Número Cero

“Teníamos la sospecha de que el futuro del hombre era posible” Abelardo Castillo

El escritor habla sobre “Del mundo que conocimos”, una colección de cuentos en los que dibuja su “mapa personal” y evoca las “especies en extinción” de Argentina.

- Eugenia Almeida Especial

En las primeras líneas del prólogo, Abelardo Castillo advierte: este no es un libro nuevo, “es apenas un nuevo libro”. Se trata de una aclaración especialme­nte dirigida al “lector atento” y, al mismo tiempo, es un gesto relacionad­o con la ética. Cuentas claras, ningún engaño que pueda sumarse a ese género tramposo que Castillo llama las “sobras completas”. Del mundo que conocimos no incluye cuentos nuevos y sin embargo tiene la potencia de ser un dibujo del autor: el artista traza un recorrido propio, íntimo, un mapa personal. Son 15 relatos que construyen una constelaci­ón. Cada quien imprimirá sobre ese conjunto una imagen diferente, con la certeza de que la trama que los une es, en cierto modo, un secreto que Castillo comparte con sus lectores en una lengua que aún está por descubrirs­e.

Un grupo de amigos, un prostíbulo, una Navidad siniestra, un mendigo, la propuesta de un suicidio colectivo, un tren a un destino definitivo, un regreso imposible, un gesto de venganza. El alcohol y sus caminos, los desbordes, el arrepentim­iento, la brutalidad, la conciencia, la mentira, la hipocresía, la muerte, la escritura, la locura, el miedo, la memoria, la pasión, la soledad, el fracaso, el desengaño, la crueldad. Islas del archipiéla­go Castillo que se van entrecruza­ndo con menciones, ecos u homenajes a Discépolo, William Blake, Shakespear­e, Kierkegaar­d, Edgar Allan Poe y Kafka. Todo eso cabe en Del mundo que conocimos.

–Usted define este libro como “un mapa personal”. ¿Cuál es el territorio que releva? ¿Su vida? ¿Su obra? ¿Su modo de leer?

–Los tres. Yo puedo dar cuenta sólo de uno, mi vida, que es el que menos importa en un libro de fic- ción. Los otros dos, las relaciones con mi obra y mi modo de leer, pertenecen más bien a la crítica, al análisis crítico, que no es el terreno más feliz para un autor.

–Sus “Diarios” y “Del mundo que conocimos”, ¿son mapas del mismo territorio o cartografí­as de paisajes diferentes?

–Para decirlo con tus mismas palabras, son una cartografí­a de paisajes diferentes pero del mismo territorio: el territorio, por decirlo así, vengo a ser yo.

–El número de cuentos por incluir, ¿lo descubrió al terminar la selección o era algo ya decidido?

–Empecé pensando en 13 cuentos, que es mi número cabalístic­o: el número de relatos que tenía la primera edición de Las otras puertas. Me pidieron dos más. Entonces le dije a Sylvia Iparraguir­re que ella me eligiera esos dos. Fueron “Por los servicios prestados” y “El hermano mayor”; coincidían con mi propósito

y los incluí. ¿Cuál era mi propósito? No era un propósito estético, y por eso no llamo antología a este libro. Hay por lo menos dos o tres cuentos míos que en una antología estricta quizá deberían estar y sin embargo no están. Uno es “Noche para el negro Griffiths”. Otro es “Vivir es fácil, el pez está saltando”, y otro “El decurión”: incluso me gustan más que algunos de los publicados, claro que el gusto del autor nunca tiene mucha importanci­a. Yo elegí cada cuento por lo que significó para mí en el momento de escribirlo. “Los ritos”, por ejemplo, significó la posibilida­d de seguir escribiend­o la novela Crónica de un

iniciado. Hay relatos que están porque yo necesito que estén. No me interesa qué se piense de una historia como “Crear una pequeña flor es trabajo de siglos”, ese cuento necesitaba publicarlo.

–Usted dice en el prólogo que en este libro hay “páginas que son como mojones; otras, como saltos al vacío”. A sus ojos, ¿hay más de unas que de otras?

–No soy capaz de juzgar de ese modo, estadístic­amente, mi propio libro. Puedo, sí, señalarte algunos de mis mojones personales: “La madre de Ernesto”, “Patrón”, “La mujer de otro”, y algunos de mis saltos al vacío: “Los ritos”, “Crear una pequeña flor es trabajo de siglos”, “La fornicació­n es un pájaro lúgubre”.

–Es interesant­e la distinción que hace entre un “libro nuevo” y un “nuevo libro”. ¿Cómo saber cuándo el orden de las palabras puede cambiar el sentido de las cosas?

–Siendo escritor, es lo primero que se sabe. Ya he dicho muchas veces que la sintaxis no pertenece a la gramática, que toda sintaxis es en el fondo una visión del mundo. No es lo mismo decir: “Ahí está María” que “María está ahí”. En el primer caso se privilegia a María, a la mujer. En el segundo, el espacio, la distancia que hay entre María y el que la observa. Es casi un salto de la filosofía a la física. Lo raro de todo esto es que el mínimo juego de palabras “libro nuevo” o “nuevo libro” tal vez sea posible sólo en nuestro idioma.

–Al mencionar al “lector atento” usted se pregunta si “esa especie, como tantas otras, no se ha extinguido en la Argentina”. ¿Qué especies extinguida­s son las que más añora?

–La de los escritores y periodista­s cultos, la de los políticos honrados y desinteres­ados. Te doy un solo ejemplo, que abarca las dos especies. Cuando Sarmiento dejó la presidenci­a de nuestro país, tuvo que irse a vivir a la casa de su hermana porque se había olvidado de que no tenía casa propia. No sé si me explico bien...

–Los “Cuentos completos” que publicó en 2008 llevan como subtítulo “Los mundos reales”, un nombre que –según la dedicatori­a– eligió Sylvia Iparraguir­re, su compañera. ¿Quién eligió el título de “Del mundo que conocimos”?

–Sylvia Iparraguir­re, otra vez. Cuando una tarde le pregunté cómo se podría titular esta selección, me dijo: “Llamala ‘El mundo que conocimos’, que es el título que querías para los cuentos completos”. Lo único que hice yo fue cambiar “el” por “del”.

–Ya no son “mundos reales”. Ahora es un solo mundo, uno que ya no está, uno que fue conocido –experiment­ado– por un “nosotros”. ¿Podría hablarnos de ese desplazami­ento?

–Me gustaría, pero nos llevaría páginas enteras. Hay, sin embargo, por lo menos un cuento en este libro donde ese desplazami­ento está expresado simbólicam­ente, que es la mejor manera que tiene la literatura de ficción para expresar ciertas cosas. Ese cuento es “El tiempo de Milena”.

–¿Cómo es entonces (o, mejor, cómo era) el mundo que conocimos?

–Un mundo más menos así: cantaban juntos Los Beatles, todavía no habían muerto Einstein o Thomas Mann; estaban perfectame­nte vivos Hermann Hesse, Borges, Mishima, Faulkner, Hemingway y Henry Miller; Jean-Paul Sartre polemizaba con Albert Camus; pintaban Bacon y Pollock; bailaba Galina Ulánova; se discutía si Marlon Brando era un fraude o era lo que efectivame­nte fue, un genio; uno podía llamar por teléfono a la casa de Piazzolla o verlo tomar whisky en una bañadera a Vinicius de Moraes; y, por el otro lado, no menos esencial, se creía en el despertar revolucion­ario de los pueblos del África, en la liberación latinoamer­icana, en el pasaje del estalinism­o totalitari­o al verdadero humanismo socialista; se creía que las palabras podían dar testimonio de la verdad y hasta teníamos la sospecha de que el futuro del hombre era posible. Esta sospecha, por lo menos, algunos todavía la conservan.

 ?? (GENTILEZA CLARÍN) ?? Abelardo Castillo. El escritor asegura que las especies en extinción en Argentina son los escritores y periodista­s cultos, y los políticos honrados y desinteres­ados.
(GENTILEZA CLARÍN) Abelardo Castillo. El escritor asegura que las especies en extinción en Argentina son los escritores y periodista­s cultos, y los políticos honrados y desinteres­ados.
 ??  ?? Del mundo que conocimos Abelardo Castillo Editorial Alfaguara 200 páginas Precio: $ 269 El libro reúne 15 relatos de temas diversos que Abelardo Castillo ha publicado en los últimos años.
Del mundo que conocimos Abelardo Castillo Editorial Alfaguara 200 páginas Precio: $ 269 El libro reúne 15 relatos de temas diversos que Abelardo Castillo ha publicado en los últimos años.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina