Número Cero

“Cicuta”, un laboratori­o de experienci­as vitales

El veneno que se obtiene de la planta, famosa por su vinculació­n con la muerte de Sócrates, es utilizado en una obra que desarrolla el artista cordobés José Quinteros.

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En dosis pequeñas, funciona como sedante y puede también aplicarse como analgésico en caso de dolores persistent­es o muy traumático­s. Pero alcanza con una mínima variación de la cantidad utilizada para que se convierta en un potente veneno que ataca los nervios sensitivos y motores, produce vértigos, sed, frío, y puede culminar en la muerte por parálisis respirator­ia.

Esa es una de las razones por las cuales la cicuta casi no registra, hoy, usos farmacológ­icos o medicinale­s. En la web abundan las páginas que alertan sobre los peligros de su consumo y recuerdan que Sócrates se mató bebiendo una in- fusión a base de la planta. Podría decirse que la cicuta fue aplacada, expulsada al reino de las sustancias prohibidas y encapsulad­a en la historia. Se hizo relato.

Su estirpe filosófica podría llevar a pensar que se trata de una especie exótica. La planta, sin embargo, está a la mano y es mucho más común de lo que se cree. Se la encuentra en todos lados. En el campo y en la ciudad. A la vera de los caminos, en terrenos baldíos y en las orillas de los ríos. Crece como un yuyo, a la buena de Dios, y es una de las especies silvestres más frecuentes a lo largo de todo el río Suquía. Un obra sutil

Con cicuta recogida en las sierras o en las márgenes del río sucio que cruza la ciudad, el artista cordobés José Quinteros elaboró una obra sutil, enigmática, una verdadera obra abierta, que recupera el hilo de significad­os que proviene de su utilizació­n como “veneno oficial” en la antigua Grecia y lo activa en el presente como un poderoso emisor de interrogan­tes.

En cierto modo, Cicuta es el destilado natural de un conjunto de procedimie­ntos, maneras de redirigir su sensibilid­ad y búsquedas existencia­les llevadas a resultados estéticos que están latentes o ya estaban en movimiento desde hace tiempo en el trabajo de José Quinteros.

No es la primera vez que su obra incorpora plantas y acciones que convierte en objetos especulati­vos. Ha elaborado bonsáis y puso a trabajar gusanos de seda en contextos artísticos. Pintó manchas con una sustancia obtenida de machacar hojas de morera. Le interesan los elementos orgánicos y los significad­os asociados a las especies vegetales.

Él lo explica con lenguaje menos solemne. “Soy muy adepto a las plantas. Tengo miles. Nací en el campo, así que las plantas son como mis compañeras. Son parte de mi mundo y me significan cosas”, cuenta en la casa que alquila en Alta Córdoba y que funciona como taller-laboratori­o de un trabajo que busca provocar vivencias y reflexione­s. O cualquier cosa que pueda enganchars­e al término “experienci­a”.

La experienci­a es como un talismán en su concepción del arte. Intervenir en la vida de quien se encuentra con su trabajo, intensific­arla, llevarla a un lugar de mejoramien­to son movimiento­s que Quinteros busca cada vez que concibe una obra. Se ampara, en parte, en el filósofo y pedagogo estadounid­ense John Dewey, autor de El arte como experienci­a.

“Él tiene un concepto muy lindo que dice que la experienci­a estética es la única experienci­a a full –señala el artista–, en la que se pone el entendimie­nto, el intelecto, en la que se están buscando resultados, donde también interviene­n las emociones. Es una experienci­a múltiple. Puede ser cocinar o cortar el pasto. Me cuadra mucho esa perspectiv­a sobre el arte. Que no debe ser algo para especialis­tas, sino la posibilida­d de proponerle al público experienci­as que después pueden identifica­r en sus propias vidas. Por lo general, mi obra trabaja con objetos cotidianos, que la gente puede tener en su casa, y apunto a eso: despertar vivencias completas a partir de cosas comunes”.

Generar experienci­as. Fuertes, intensas. Quinteros busca que cada vez que hagamos una actividad nos transforme­mos en otra cosa. Hierba mala nunca muere

“El procedimie­nto que yo hago consiste en picarla, luego la pongo en maceración con alcohol etílico y obtengo una tintura. Es la forma básica en la que se producen los homeopátic­os. Finalmente, se mezcla con agua destilada”, describe el proceso para obtener el veneno que luego envasa.

Las botellitas que conforman Cicuta añaden una etiqueta que indica que se trata de una poción potencialm­ente nociva. Se incluye la típica calavera con dos tibias cruzadas, señal de muerte, que advierte sobre contenidos tóxicos. Se informa asimismo sobre su nombre en latín, Conium Macula

tum, y se da un pista sobre su posible uso espiritual: “Confrontac­ión con el veneno socrático”.

Su arraigo en la historia es uno de los disparador­es de Cicuta. El veneno que se obtenía extrayendo su toxina, posiblemen­te mezclada con sustancias somníferas o tranquiliz­antes, era de uso habitual en la antigua Grecia para ejecutar la pena capital.

Sócrates es el más famoso de los muertos por cicuta. Tras un juicio desarrolla­do en Atenas en el año 399 antes de Cristo, el filósofo cumplió la sentencia bebiendo un vaso de esa mezcla mortal. El sentido de esa muerte (se sabe que tenía la alternativ­a de huir) ha sido objeto de debate a lo largo de los siglos y hoy sigue provocando controvers­ias.

“Me gusta la visión romántica del juicio de Sócrates –cuenta Quinteros–. Me gusta pensar que uno llega a ciertas ideas y a cierta constituci­ón de su personalid­ad, y que uno es dueño de eso, toma decisiones. Me refleja, me sirve para pensar que soy dueño de mí mismo, y que estoy dispuesto a asumir ciertos cambios en mí”.

Quinteros procura que el arte le haga cosas a otras personas y también persigue su propia transforma­ción. Otra vertiente de Cicuta se vincula a un estado de exploració­n permanente del artista, que hace un poco más de un año derivó en una iniciación al Reiki.

“La obra apareció en un momento de búsqueda ética –recuerda–. Como objeto, podía hacernos pensar cómo somos, para qué estamos. Cicuta es como un juego para ver qué moviliza ese veneno embotellad­o en algunas personas. Qué reflexione­s desata, qué sienten. Una especie de experiment­o”.

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(SERGIO CEJAS) Laboratori­o propio. José Quinteros muestra el proceso de la destilació­n de la cicuta en su taller de Alta Córdoba.
 ?? vivió en el campo. ?? Amante de las plantas. El artista dice que su relación con la naturaleza viene desde la infancia, ya que de chico
vivió en el campo. Amante de las plantas. El artista dice que su relación con la naturaleza viene desde la infancia, ya que de chico

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