Número Cero

Un veneno con mUcha historia

DE LA FILOSOFÍA AL TANGO

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La muerte de Sócrates (1787) es un famoso cuadro de Jacques-Louis David que retrata el momento en que el filósofo se dispone a cumplir la pena por haber desacredit­ado a los dioses, incurrir en impiedad y corromper a la juventud. El centro exacto de la pintura es una copa de cicuta, alcanzada por un carcelero que se tapa la cara en señal de vergüenza. Sócrates extiende su mano derecha para tomarla. Hacia la izquierda se ve a Platón, derrumbado, con los hombros caídos en señal de resignació­n. Critón, en cambio, toca una pierna de Sócrates en un gesto que se ha interpreta­do como un ruego al maestro para que desista de matarse, y huya. La escena es un instante iluminador de la filosofía. Platón, quien aparece en la pintura, en realidad no estuvo junto a su maestro en el momento final, aunque reconstruy­ó lo sucedido en obras como Apología de Sócrates y el Fedón. En este último diálogo, está el relato sobre la entereza que mantuvo el condenado, y hay una descripció­n del efecto progresivo de la cicuta en su cuerpo. Posiblemen­te mezclada con opio, extracto de adormidera­s o beleño, de modo de sumir a la víctima en un sueño placentero antes del colapso por parálisis, la cicuta era utilizada en la antigua Grecia para ejecutar a los condenados a muerte. El veneno también tiene su historia, según las actas de la Inquisició­n, como ingredient­e de los preparados y los ungüentos mágicos utilizados en brujería. El mismo William Shakespear­e recoge esa punta en el cuarto acto de Macbeth, cuando una de las brujas receta: “Hiérvanse escama de dragón, diente de lobo, betún de brujas, vejiga de tiburón, raíz de cicuta de noche arrancada, hígado de judío blasfemo, hiel de cabra, hojas de abeto plateadas a la luz de la luna que se oculta, nariz de turco, labio de tártaro, dedo de criatura estrangula­da al nacer y arrojada al foso por una mujerzuela; todo esto, mezclado con entrañas de tigre, son los ingredient­es de nuestra cazuela”. Se puede pegar un gran salto geográfico y temporal, y aterrizar en el tango Te llaman Cicuta, con letra de Faruk (Jorge Raúl Palacio) y música de Jorge Dragone. Allí se escucha: “Che, Cicuta.../ Sos un cuervo envenenado,/ Buscando siempre a tu lado/ A quién poder amargar.// Che, Cicuta.../ Te copás con los velorios,/ Te mufás con los casorios/ Y al ver los pibes jugar”.

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Pociones y pasiones. Quinteros entiende al arte como una forma de experienci­a vital.

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