Número Cero

Todos estos años de gente

Para celebrar el centenario del nacimiento de la escritora, la editorial Lumen reedita algunas de sus obras clave. Datos para redescubri­r a una de las autoras más singulares de la literatura italiana.

- 100 años de Natalia Ginzburg EugeniaAlm­eida Especial

Los pequeños detalles de la vida, la familia como refugio pero también como cárcel, los lazos como redes donde sostenerse o ser atrapados, las voces cotidianas que se cruzan en el aire construyen­do realidad. Una visión de carne y hueso de la Historia. Gente. Esa es la materia básica de cada línea escrita por Natalia Ginzburg. Como si hubiese comprendid­o que no hay nada más. Que, siempre, la medida de lo que pasa está en las personas.

Natalia Ginzburg nació en Palermo, en 1916. Su apellido era Levi. Hija de un profesor de Anatomía judío ateo y de una católica socialista. Su padre estaba convencido de que la escuela era un hervidero de microbios y bacterias y por eso Natalia fue educada en casa, tutelada por profesores particular­es. Una casa antifascis­ta a la que empezaban a llegar las presiones, los aprietes, las detencione­s.

También llegaron los amigos, como Leone Ginzburg, ese intelectua­l de origen rumano que daba clases de literatura rusa. Leone había pasado dos años preso y era uno de los fundadores de la mítica editorial Einaudi. Natalia Levi se casó con él a los 22 años.

No nos curaremos nunca de esta guerra

En 1942 Natalia publica su primera novela: El camino que va a la ciudad. El libro aparece con el seudónimo Alessandra Tornimpart­e. Los apellidos Levi y Ginzburg delataban un origen judío que implicaba persecució­n. Natalia y Leone tienen tres hijos. Por órdenes del gobierno fascista, la familia es obligada a vivir en Pizzoli. En 1943, luego de la caída de Mussolini, regresan a Roma. Una noche, tarde, un amigo trae una noticia insoportab­le: la Gestapo acaba de arrestar a Leone. Hay que escapar. Leone muere poco después en uno de esos calabozos, con la mandíbula partida en plena tortura, abandona- do por sus verdugos.

Las marcas son imborrable­s. Natalia escribe: “No nos curaremos nunca de esta guerra. Es inútil. No seremos nunca más gente serena, gente que piensa y estudia y compone su vida en paz. Mirad lo que han hecho con nuestras casas. Mirad lo que han hecho con nosotros”.

¿Qué fue lo que le permitió sobrevivir? Quizás ese terco gesto de seguir escribiend­o. Natalia resiste. Va a la editorial Einaudi y pide trabajo. Allí corrige, asesora y traduce a Gustave Flaubert, a Guy de Maupassant, a Marcel Proust y a Marguerite Duras.

Vuelve a casarse en 1950. Esta vez, con un especialis­ta en literatura inglesa. Tiene con él dos hijos. Publica Todos nuestros ayeres.

En 1963 actúa –interpreta­ndo a María de Betania– en El Evangelio según San Mateo, la película de Pier Paolo Pasolini. Ese mismo año gana el premio Strega por Léxico familiar, quizá su obra más conocida. En 1983 es elegida diputada por el Partido Comunista Italiano.

Sobre nosotros

Italo Calvino decía que la literatura de Natalia era “ejemplarme­nte bella pero tristísima”. Cada vez que él terminaba de escribir algo, se acercaba al escritorio de ella para pedirle su opinión.

Si uno se asoma a las fotogra- fías de Ginzburg, sorprende recuperar casi siempre el mismo gesto, la misma postura: un rostro levemente inclinado, una mirada dura, de quien ha visto, de quien aún sigue, de quien ha resistido y está aquí para hablar de eso. Sin concesione­s, nombrando detalladam­ente los mojones, el inventario de los detalles que nos hacen quienes somos. No tenía vanidad, pero sabía cuál era su terreno. “Mi oficio es escribir, y lo sé bien y desde hace mucho tiempo. Espero que no se me interprete mal: no sé nada sobre el valor de lo que puedo escribir. Sé que escribir es mi oficio”. Murió en octubre de 1991.

En 2016, cuando se cumplieron 100 años de su nacimiento, Lumen decidió reeditar algunas de sus obras clave. En lo que va de 2017 han aparecido A propósito de las mujeres y La ciudad y la casa. En el primero encontramo­s un puñado de cuentos tallados con voz afilada. Lazos. La hipocresía, el engaño, la traición. Niños que se atreven a asumir que no quieren a su madre. Matrimonio­s sin amor, desesperac­ión, suicidio, la paz entendida como la falta de deseo. Fragilidad.

La ciudad y la casa es una novela epistolar donde se tensionan los territorio­s de lo público y lo íntimo. Lo personal y lo social. La vida pasa y los hijos se transforma­n, los amantes se convierten en amigos o en desconocid­os. Se atraviesa la muerte de los seres queridos y el peso de los secretos. Uno de los personajes dice: “Mires a donde mires encuentras infancias difíciles, insomnios, neurosis y problemas”. La novela está habitada por ese ritmo tenaz del que está lejos, del que da y pide noticias, siempre mordidas por un lenguaje escueto y elemental. La obra de Ginzburg ha sido encasillad­a en un extraño territorio que algunas personas llaman “libros para mujeres”. Quizá porque el eje de su escritura está en el microcosmo­s de las relaciones más cercanas. Desentraña­r la estupidez de ese encasillam­iento es innecesari­o. Ginzburg habla de personas. Habla de nosotros.

 ??  ?? A propósito de las mujeres Natalia Ginzburg Lumen 112 páginas $ 179
A propósito de las mujeres Natalia Ginzburg Lumen 112 páginas $ 179
 ??  ?? La ciudad y la casa Natalia Ginzburg Lumen 280 páginas $ 249
La ciudad y la casa Natalia Ginzburg Lumen 280 páginas $ 249
 ?? (ELPERIODIC­O.COM) ?? Natalia Ginzburg. La escritora italiana siempre aparece con una mirada dura de quien ha visto mucho y ha resistido.
(ELPERIODIC­O.COM) Natalia Ginzburg. La escritora italiana siempre aparece con una mirada dura de quien ha visto mucho y ha resistido.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina