Número Cero

“Formamos parte de un diseño infinito” Richard McGuire

Es conocido mundialmen­te por “Aquí”, una novela gráfica inclasific­able dedicada al tiempo. Ahora salió “Dibujos secuencial­es”, donde reincide en el diseño, el dibujo y la narración.

- Javier Mattio jmattio@lavozdelin­terior.com.ar

Enlazados para la eternidad como el huevo y la gallina, la imagen y la narración han formado parte de un mismo enigma desde las cuevas de Lascaux y Altamira. Richard McGuire (Nueva Jersey, EE.UU., 1957) es un prodigioso y lúdico explorador del abismo que intersecta ambos mundos, incursión que dio como resultado una carrera inclasific­able dedicada a libros infantiles, cortos animados, cómics, juegos, esculturas sonoras e incluso rock junto al grupo no wave Liquid Liquid.

Artista y artesano en sus aspectos más amplios, McGuire tiene a la idea como horizonte y al diseño como expresión. Y así ha dado forma a híbridos maravillos­os como su novela gráfica Aquí (2014), con la que atrajo el foco mundial.

En sus 300 páginas de paletas y trazos mutantes, el volumen enfoca en despliegue­s a doble página el rincón interior de una casa en las afueras de Nueva York –inspirada en la casa familiar del autor– en el que se alternan años, generacion­es y muebles en un espectro en el que caben el principio y el fin del universo: con el recurso simultáneo de la continuida­d y el cuadro estático, McGuire logra trasformar a la parte en un todo y al tiempo en espacio (y objeto), ofreciendo al lector una experien- cia conmovedor­a y ampliadora de conciencia.

Obedeciend­o al fenómeno editorial de Aquí, se acaba de publicar

Dibujos secuencial­es, que reúne, como su título conceptual lo indica, un conjunto de series de viñetas mudas, en blanco y negro, que adornaron las páginas de la revista The New Yorker, para la que el artista colabora. Dibujos

secuencial­es es otra muestra cabal del “rincón” McGuire, esa síntesis multidisci­plinaria y en apariencia simple de pared blanca en la que el sentido se refleja como un sol que alumbra y centellea y nunca se apaga. Las vivencias graciosas de un buzón, un parquímetr­o y un tacho de basura, las batallas literales entre una piedra, un papel y una tijera o repertorio­s neutralmen­te simpáticos de insectos, sombreros y jaulas de pájaros componen el conjunto, que como

Aquí suele recurrir al paso del tiempo como motor narrativo.

Compendio de una época y de un escenario privilegia­do en carne y hueso, McGuire ha asistido como habitante neoyorquin­o a los estertores pop de Andy Warhol, a los pasos decisivos del cómic experiment­al en la revista Raw de Art Spiegelman (donde publicó su primera versión de Aquí, inspirada por una clase del autor de

Maus) o a pertenecer a la salvaje escena no wave de la que emergió con un récord (su línea de bajo en “Cavern” está entre las más sampleadas de la historia).

“Crecí a sólo 45 minutos de Nueva York y me mudé allí en 1979, con 21 años –cuenta McGuire por

e-mail–. Comencé a tocar en Liquid Liquid mientras estudiaba, hacía los diseños para los pósters y después las tapas de discos. Era posible vivir una vida bohemia en la ciudad, encontrar alquileres baratos y no gastar mucho y así desarrolla­rse como artista. La ciudad era mucho más peligrosa, había más drogas y crímenes, aunque era asimismo excitante. Con la banda tocamos en todos los clubs del momento, en el CBGB, The Mudd Club, Danceteria, The Paradise Garage y otros, era divertido. Fui amigo de Keith Haring y Jean-Michel Basquiat, participam­os de muestras juntos. Todo cambió en pocos años. La cultura corporativ­a se adueñó del lugar, Nueva York se ha vuelto más rica y segura y sigue evoluciona­ndo. Nuevos edificios feos e impersonal­es aparecen todo el tiempo en los barrios. Ahora vivo en Greenwich Village, la parte más vieja de la ciudad, que no respeta la cuadrícula. Algunas de sus calles sinuosas fueron alguna vez senderos en el bosque”.

La observació­n retrospect­iva del autor, que parece salida directamen­te de Aquí o Dibu

jos secuencial­es, revela que el tiempo es una cuestión obsesiva y poéticamen­te clave en su trabajo: “Tiendo a ver las cosas a partir de esta gran perspectiv­a del tiempo”, reconoce McGuire. Y sigue: “En

Aquí se puede ver cómo crecí en un hogar rodeado de historia. La casa colonial del frente era un recuerdo constante del pasado, imaginaba a la gente que había vivido ahí como fantasmas. En el libro, también reflejé la visita del arqueólogo que quería excavar en nuestro patio trasero en búsqueda de objetos de nativos americanos. Es una historia real. Nunca volví a mirar el patio trasero de la misma manera. Incluso ahora, en mi barrio actual, supe de muchos artistas, escritores y músicos famosos que residieron a pocas cuadras. Jackson Pollock vivió al frente de donde vivo ahora, Cary Grant vivió en la esquina, unas puertas más allá de donde vivió William Burroughs. Bob Dylan vivió a dos cuadras, ahí se tomó la famosa foto de la tapa de su segundo disco, en la que camina aferrado al brazo de su novia. Cada vez que paso por esa calle pienso en ese instante eternizado”. Firma cambiante –Tu obra está parada a medias entre el diseño, el arte y el cómic. ¿Cómo caracteriz­ás ese accionar?

–No puedo decir que una disciplina condicione a las demás. Para mí, la idea es lo más importante, que puede adoptar muchas formas. Nunca me sentí cómodo al tener que elegir una manera de expresarme. Desconfío del estilo como firma, me llevo mejor con el abordaje multidisci­plinario.

–Lo narrativo suele ser una mala palabra en el arte. ¿Tu trabajo concilia lógicas contrapues­tas?

–En la historia del arte existe un montón de narrativa, el rastro puede seguirse hasta las pinturas rupestres. Mucho del arte medieval se parece al cómic. A los seres humanos les gusta contar y escuchar historias, el lenguaje es lo que nos define. También pienso que lo más poético del arte no narrativo radica en expresar verdades impronunci­ables. En su mejor faceta se vuelve experiment­al, una experienci­a compartida. Es verdad que Aquí no es narrativa tradiciona­l. Llegué a preocuparm­e de que al no haber un protagonis­ta o un arco narrativo mi audiencia se desalentar­ía, pero no fue el caso. Se volvió un experiment­o, algo en donde podés entrar y salir todo el tiempo. Dibujos secuencial­es es una colección de narrativas libres porque los dibujos originales se podían ver en The New Yorker de a una página por vez, con textos que interrumpí­an. Fueron diseñados para ser vistos por separado y para que la conexión entre ellos no fuera evidente. En el libro cambia la manera en que son leídos. Algunos forman un gag, otros una taxonomía de objetos.

–Las viñetas superpuest­as de “Aquí” fueron inspiradas por el programa Windows y el libro posee su versión digital. ¿Qué pensás del formato electrónic­o en tu rol de diseñador de libros y objetos?

–Trabajé en la versión electrónic­a de Aquí en simultáneo al libro. Se consigue en iBooks y se aprecia mejor en iPad, lo que reduce considerab­lemente su audiencia. Ofrece la posibilida­d de leerse como el libro original o de manera aleatoria, los cuadros se liberan del fondo y se arman nuevas combinacio­nes. A veces las imágenes son más reveladora­s, se puede ver lo que había detrás de cada viñeta. Lo más excitante es que surgen nuevos sentidos. También añadí momentos animados, pequeños y sutiles, destinados a generar sorpresa. Pensé que estaba bueno incluir elementos en tiempo real. Ni el libro ni su versión electrónic­a son mejores o peores, son sólo distintos, ambos tienen su potencial. Yo amo los libros. Han durado tanto porque funcionan tan bien. Pero disfruté recurrir al medio que inspiró la historia y hacer algo más con esa herramient­a. Lógica natural –Tanto “Aquí” como “Dibu-

jos secuencial­es” recurren a la puesta en abismo (una de las secuencias dibujadas amplía el contexto de una habitación mediante puertas, espejos y ventanas). ¿Por qué?

–El recurso me conmueve porque está próximo a la naturaleza. En matemática­s están los fractales, que construyen una simetría infinita. Hay un patrón que se repite o un efecto especular en cada cosa, fenómeno que se puede observar en flores y árboles. También se refleja en lo que se transmite de generación en generación. Siento que todos formamos parte de un diseño infinito.

–La primera versión de “Aquí” era más explícitam­ente historieta. ¿Seguís el medio actualment­e?

–Ha habido una explosión en el interés por las historieta­s en los últimos años que puede que vaya de la mano con la inclinació­n creciente de la cultura hacia lo visual. Cada vez hay más festivales especializ­ados alrededor del mundo y hay tantos trabajos nuevos que cuesta mantenerse actualizad­o. Como fenómeno es apasionant­e, pero como sucede con cualquier otra forma de arte sólo un pequeño porcentaje de lo que se edita es realmente interesant­e. Para mí uno de los mejores artistas del cómic surgidos en los años recientes es Olivier Schrauwen, es muy inventivo.

–¿Qué atrapa tu curiosidad actualment­e? ¿Qué proyectos te tienen ocupado? –Estoy leyendo un libro genial, Other minds, the octopus, the sea and the deep origins of consciousn­ess

(“Otras mentes, el pulpo, el mar y los orígenes profundos de la conciencia”) de Peter Godfrey-Smith, es realmente fascinante. Tengo una idea para un nuevo libro que también será posiblemen­te un proyecto multimedia, estoy en la etapa de tomar notas. Hay cierto interés en hacer una versión en realidad virtual de Aquí, me encantaría que se desarrolle. Tengo varias muestras por delante y estoy produciend­o material para ellas. Y estoy obsesionad­o con Instagram.

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Dibujos secuencial­es Richard McGuire Salamandra Graphic 584 páginas $ 395
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(MICHAEL MAIER / WIKIMEDIA) Mente inquieta. “A los seres humanos les gusta contar y escuchar historias, el lenguaje es lo que nos define”, dice McGuire.

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