Seres imaginarios
Son 200 ideas para libros.
Nada más y nada menos que lo que el título resume y promete: breves, contundentes, algunas de una línea (“010: Nucas argentinas. Un libro de fotos”), otras apenas más largas (“Mitos y lomitos, la sinopsis de un libro que conecta mitos con recetas para hacer lomitos”). Algunas son ideas para libros de fotos, otras para biografías, otras para diccionarios, otras para colecciones, otras para libros de instrucciones (“027. Táchese. Un libro sobre la generala. Historia, reglamento, partidos memorables…”).
“200 ideas de libros” se trata, acaso, de una distopía, una reflexión editorial sobre el presente, la época de las sinopsis, los tráilers y la big data, donde hay cada vez menos espacio periodístico (de papel) para escribir sobre libros, donde los titulares se comen las notas, donde fueron alimentados los trolls.
200 ideas… es, así, un libro de tuits, el instagrameo del deseo de un editor. Pero, como en la trayectoria de Mariano Blatt (poeta, exflogger y editor), es también una utopía: la de la imaginación y el desborde, la de la fiesta y el juego, la de los amigos (ahí están Aira y Damián Ríos, señalizados en el libro), la de la sátira social de la literatura.
De tradición inusitadamente borgeana y standupera, 200 ideas... es un libro incompleto, de lectura veloz, y entra en esa lista cada vez más particular de “libros raros”: el Diccionario de separación de Moscardi-Gallina, el libro de los colores primarios de Theroux, Facsímil de Zambra, La soledad del lector, el libro de las listas de Cocó Muro y esos sitios web ridículos pero encantadores. Es, acaso, un libro-viñeta, un libro para leer en el baño, un libro que, en su propio programa estético delirante, permite, paradójicamente, la lectura concentrada, la no procrastinación.