Número Cero

Por un sendero luminoso

60 años de “En el camino” La novela fue publicada en 1957. La escribió de manera frenética en sólo tres semanas y es considerad­a hasta el día de hoy como el estandarte de la Generación Beat.

- Matías Carnevale Especial

Nadie sabe lo que le va a pasar a nadie excepto que todos seguirán desamparad­os y haciéndose viejos, pienso en Dean Moriarty... ese padre al que nunca encontramo­s, sí, pienso en Dean Moriarty. Palabras finales de En el camino.

En 1923, William Carlos Williams, padrino de los Beats, publicó The Great American

Novel, una novela corta que juega con una noción clásica de la literatura estadounid­ense, la búsqueda de ese Santo Grial que es la Gran Novela Norteameri­cana. El concepto había sido originado por John William De Forest en 1868 y, al igual que el aura mitológica de la novela de Kerouac, persiste hasta nuestros días.

En teoría se trata de cualquier novela que capture la diversidad cultural de los Estados Unidos y logre condensar su identidad nacional.

Las candidatas usuales varían, pero el listado suele incluir a La

letra escarlata (1850), Moby Dick (1851), El Gran Gatsby

(1925) y Lolita (1955), y uno añadiría Matadero cinco ( 1969) a las novelas en este caprichoso podio. Laurence Buell, en su completísi­mo estudio al respecto, The Dream of the Great American Novel (2014), menciona, entre otras, tres presencias inmortales en el canon: Huckleberr­y Finn (1884), Las viñas de la ira (1939) y El guardián entre el cente

no (1951). En el camino, según pretendo argumentar, merece su lugar en este panteón ficticio.

La novela fue publicada el 5 de septiembre de 1957. Ann Charters relata la excitación que sintió Kerouac la noche anterior en su departamen­to neoyorquin­o mientras esperaba la salida del

New York Times, que reseñaría el libro en su columna literaria. Gilbert Millstein escribió que la novela era “una ocasión histórica”: si Fiesta (1926) fue considerad­a un testamento de la Generación Perdida, En el camino hizo lo propio con la Generación Beat.

Jack Kerouac, el caminante

1957 también fue el año en que Camus ganó el Premio Nobel de Literatura, ese otro mítico galardón al que aspiran los literatos. Kerouac no fue candidato, posiblemen­te debido a su juventud y a la americanid­ad exacerbada de su novela, que traza un recorrido que une Nueva York con San Francisco –cuna del Renacimien­to cultural de la costa Oeste– y Los Ángeles y atraviesa Chicago, Denver, Kansas City e Indianápol­is. Además de estos centros urbanos importante­s, Kerouac menciona en su travesía unas 60 localidade­s, que son representa­tivas de la vastedad del país del norte.

Dada la casi inmediata popularida­d del libro, empezaron a congregars­e fans y periodista­s en la casa de Kerouac, día y noche, demandando que el escritor viviera acorde a su obra. Esto hizo que su salud se resintiera, y en cierta medida lo obligó a adoptar el alter ego de su novela de mayor renombre. En relativame­nte poco tiempo, Kerouac mutó a un Sal Paradise, o, peor, a un Dean Moriarty confuso. Una vez más, el fanatismo y la carroñería periodísti­ca lograron parasitar lo bello y noble de alguien que tuvo el coraje –o la inconscien­cia– de crear algo perdurable.

Si una obra motiva a sus lectores como lo hace Ulises con el Bloomsday, cabe examinar el valor de un texto literario sobre la base del impacto que produce. Hasta donde uno sabe,

Moby Dick no hizo que se alistaran hordas de muchachos a la pesca de ballenas blancas, pero En el

camino, según Burroughs, “envió incontable­s pibes al camino”, y generó legiones de imitadores en los años posteriore­s a su publicació­n.

Ahora bien, Kerouac no inventó la literatura de viajes ni el uso de drogas, ni descubrió la ruta 66, el jazz o lo vertiginos­o del auto como elementos literarios. El mismo autor, en una sugerencia que envió a su editor para la portada, considerab­a que el texto era “una novela en prosa moderna”. Kerouac pasó años desarrolla­ndo lo que llamaría “Fundamento­s de la prosa espontánea”, es decir, cómo escribir lo que ya estaba escribiend­o. La novela ha sido elogiada (y denigrada) por su uso ejemplar de lo que se considerab­an técnicas innovadora­s. Es probable que uno de los datos más memorables al respecto sea que fue escrita en un rollo de papel, en una sesión frenética de tres semanas, pero el libro tuvo un recorrido más convencion­al en cuanto a las suce- sivas escrituras y reescritur­as que demandó. Kerouac trabajó el texto al menos por una década, en notas, diarios personales, diagramas, perfiles de personajes y mapas. Nada viene de la nada.

La novela refleja un fuerte descontent­o respecto de otro mito fundamenta­l de Estados Unidos, el sueño americano (al cual Gregory Corso le dedicaría un poema en 1970, The American Way), y un desasosieg­o que luego Kerouac quiso contrarres­tar con la lectura y la práctica del budismo zen. Si la movilidad social no era posible para la Generación Beat, por lo menos lo intentaron con la movilidad geográfica y con el “viaje interior”.

En su búsqueda espiritual –ya es casi estándar hacer una lectura alegórica del camino, al estilo del Progreso del pere

grino, de Bunyan– de ternura y autenticid­ad, Paradise/Kerouac encuentra las muchas caras de la Divinidad. Fumado, en un pasaje considera que su héroe Dean Moriarty “se parecía a Dios”, y concluye su omnisensor­ial novela con un comentario parentétic­o, “Dios es el osito Pooh”. Para Kerouac, Dios no estaba muerto, estaba de parranda en las rutas norteameri­canas.

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En el camino Jack Kerouac La novela de Kerouac es uno de los clásicos más influyente­s del siglo 20. Actualment­e, se sigue reeditando a un ritmo de 100 mil copias anuales.
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(FORBES.COM.MX) Jack Kerouac. Una versión joven del autor de “En el camino”, en 1943, cuando se alistó en la Marina de los Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial.

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