Número Cero

Siempre las mismas manos

- CUARTO PROPIO VIRGINIA DIGÓN

Pensá en una escena que te suene repetida en las rutinas de los domingos o de fiestas tradiciona­les como la Navidad. Segurament­e hay una mesa tendida y mucha gente alrededor y... allí están ellas.

Inquietas, limpian la casa, compran los regalitos para los nietos, ponen la mesa, preparan la entrada, la ensalada, la ropa que se van a poner la noche de Navidad o Año Nuevo, se acuerdan del postre, preparan el postre y…. a disfrutar. Bueno, por unos segundos, hasta que alguien dice que falta la sal y se levantan a buscarla, otro les pregunta dónde están las servilleta­s, le responden a los gritos, traen la bebida a la mesa y ahora sí: ¡Aplauso para el asadooooor!

Ellas aplauden con cariño y se sienten felices de ver “la familia unida”, aunque nadie reconozca su esfuerzo. Las protagonis­tas de esa película tienen entre 60 y 70 años (y un poco menos también). Pertenecen a la generación del “todo lo pudo”, en la que se hizo más extensivo el trabajo de la mujer fuera de la casa, pero que siguió cargando con todo el peso del trabajo doméstico que sus propias madres realizaban en forma exclusiva, pues no trabajaban fuera del hogar.

“En los años 60, sólo dos de cada 10 mujeres trabajaba fuera del hogar, hoy son casi siete de cada 10”, indica la economista Mercedes D’Alessandro.

Ellas, las que vivieron ese cambio, miran un tanto orgullosas y a veces confundida­s a la generación siguiente, la de sus hijos varones, yernos o sobrinos, que cambian pañales, pasean solos con sus hijos por el shopping (con un bolsito preparado por una mujer, pero solos al fin) y colaboran en las tareas del hogar. Sí, aún “colabo- ran”, pues según datos del Indec, a nivel general el 76% del trabajo doméstico no remunerado aún está en manos de las mujeres.

Es así, los cambios culturales son lentos y están llenos de contradicc­iones, de mensajes políticame­nte correctos en redes sociales o reconocimi­entos ideológico­s que a veces se derrumban y quedan expuestos ante el primer dato estadístic­o. Pues lo más difícil siempre es ponerle el cuerpo a una idea.

A veces me pregunto si esta película que vimos los hijos de “madres sin respiro” habrá tenido su buena cuota de influencia en este incipiente cambio cultural.

Ellas –y las mujeres de hoy también–son quienes soportan la tarea que es indispensa­ble para la vida de los trabajador­es de cada fábrica y oficina, de cada niño (futuro trabajador), en cuanto a su alimentaci­ón, o la contención afectiva para su desarrollo.

Aunque ninguna empresa o institució­n vaya a remunerar a la mujer por ese aporte indispensa­ble, lo que sí puede cambiar es el reparto de estas tareas al interior de cada hogar y comenzar a escribir un nuevo guion para que las futuras generacion­es puedan ver y disfrutar entre todos de una película distinta.

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