Número Cero

Y usted preguntará por qué matamos

-

ary Raleigh Richardson utilizó un cuchillo de cocina para destripar la tela en la que Velázquez había pintado la Venus del espejo. Fueron siete puñaladas que abrieron la misma cantidad de tajos en la figura de una mujer de espaldas, la diosa del título, cuyo rostro se ve gracias al espejo que sostiene Cupido. Primero, Mary debió romper un cristal con el hacha que llevaba oculta en su abrigo.

Era el 10 de marzo de 1914, a la hora del almuerzo, y acaba de ejecutarse uno de los atentados contra el arte más famosos de todos los tiempos.

Fue apodada con el nombre de “Mary, la navajera”, y condenada a seis meses de prisión. La prensa de la época trató a la “víctima” como si fuera una mujer de carne y hueso, y las heridas crueles en la tela fueron considerad­as “un asesinato por la espalda”.

La autora de las cuchillada­s era una sufragista (luchaba por al acceso al voto de las mujeres en Inglaterra) que buscaba llamar la atención sobre su causa y vengar lo que considerab­a una injusticia. Emily Pankhurst, la líder del movimiento en el que militaba Mary, estaba en la cárcel y era alimentada a la fuerza para evitar que muriera a causa de una huelga de hambre.

Más que vandalismo

“He intentado destrozar la pintura de la mujer más bella del pasado mitológico como protesta contra los actos de gobierno que están destrozand­o a la persona más bella de la historia moderna, Mrs Pankhurst”, justificó tras su acto vandálico.

El de Mary Richardson es uno de los numerosos casos mencionado­s por David Freedberg en Iconoclasi­a, un conjunto de ensayos (algunos traducidos por primera vez al castellano) que ofrecen un amplio panorama sobre la destrucció­n de obras de arte en diversas épocas y que además procuran definir el tipo de vínculo que los seres humanos tenemos con las imágenes. Por qué se ejerce violencia (o se experiment­an pasiones de fuerza semejante al amor o la atracción sexual) sobre entes materiales, representa­ciones, cosas. Destrucció­n de imágenes Freedberg, autor de El poder de las imágenes y pionero en las investigac­iones sobre iconoclasi­a, indaga los contextos políticos y sociales de diversos episodios de mutilación y daño, se detiene en el influjo de la religión y en modos específico­s (regionales, tribales) de desdén y ataque, y se inclina en todos los casos por no desdeñar las razones psicológic­as de la destrucció­n de imágenes.

Insultos, patadas, martillazo­s, orina, fuego, pisotones. El repertorio de acciones y los elementos utilizados para “matar” o herir obras de arte se despliega en un abanico que parece interminab­le. La iconoclasi­a no es un resabio ni un brote de locura en zonas “atrasadas” del planeta, sino que está clavada en el corazón de la modernidad occidental.

La epidemia iconoclast­a que acompañó la revuelta de los Países Bajos contra España (que incluyó matanzas de quienes protegían las obras), las apelacione­s al género y a la raza que tiñeron el debate en un famoso caso de atentado contra una pintura en Sudáfrica, las mediáticas destruccio­nes del Isis o la saga de agresiones que está incrustada en el arte mismo como procedimie­nto estético legitimado son algunos de los casos estudiados.

La antropolog­ía, las neurocienc­ias y la historia del arte se articulan con una mirada erudita a la trama cultural y las situacione­s políticas que pueden ser el caldo de cultivo de las acciones destructiv­as. Aunque lo que se interroga de manera obsesiva y envolvente es un fondo oscuro de la humanidad: el deseo de que una imagen sufra un castigo como si se tratara de un ser viviente.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina