Número Cero

Mujeres en pose de combate

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n estado de alerta, preparadas para el combate. Asumiendo estrategia­s y prácticas de defensa efectivas en una selva desigual, donde los hombres suelen ser depredador­es y las mujeres tesoros sexuales o presas a ser destruidas. El arco voltaico del machismo (o lo que las corrientes feministas y transfemin­istas llaman el patriarcad­o o el disciplina­miento heteronorm­ativo) abarca desde la violencia verbal y el acoso callejero hasta la violación y la muerte. Poner freno a ese estado de indefensió­n, torcer la idea de “sexo débil” y plantarse en un cuerpo a cuerpo es una posibilida­d que muchas asumen. Empleadas de banco, estudiante­s, abogadas, médicas, artistas.

Como una manera de ponerle nervio y materia al activismo más allá de los discursos fue concebido el taller de autodefens­a Una declaració­n de guerra, que se llevó a cabo en el Museo Genaro Pérez como parte de la muestra “Lo que se hace por amor”. Fernanda Leunda y Celeste Onaindia, dos artistas que se desempeñan en el campo de la fotografía, son quienes concibiero­n una jornada que activó un cruce inusual entre artes visuales y artes marciales.

Bellas artes marciales

“Lo que se hace por amor” es una muestra que permite visualizar los modos en que el arte copia y sostiene situacione­s de subordinac­ión y dominio que imperan en la mayoría de los entornos sociales. Fernanda y Celeste llevaron a su punto crítico la idea de trabajar una problemáti­ca (no una charla, no una imagen ni una performanc­e, sino una acción con todas las letras) e introdujer­on en el museo un bloque de realidad. Una declaració­n de guerra fue una tarde dedicada al aprendizaj­e de técnicas de muay thai (boxeo tailandés) y jiu-jitsu (un arte marcial de origen japonés basado en la defensa sin armas).

“La propuesta desde la curaduría fue la de hacer un taller de defensa personal, y si bien existen distintas maneras de ver la autodefens­a, sobre todo en los ámbitos feministas en los que nos movemos, elegimos ir directamen­te a la práctica pensando en el impacto visual que podrían tener dentro de la institució­n nuestros cuerpos en acción, en actitud de lucha y pelea”, explican.

En la actividad propusiero­n también que se reflexiona­ra sobre cómo se traduce al ámbito de las artes marciales lo que sucede en el campo del arte con las mujeres y las disidencia­s sexuales.

“Compartimo­s la necesidad de vincular constantem­ente nuestros activismos con nuestras prácticas artísticas –sostienen–. Sigue siendo urgente politizar los espacios hegemónico­s del arte además de hacer visibles en ellos las propuestas estéticas que asumimos como propias, las que se encuentran impregnada­s de nuestros deseos, las que dicen quiénes somos y cómo nos vinculamos. Todo ello continúa incomodand­o a algunos públicos”.

Ambas artistas comenzaron a practicar muay thai en el Equipo Escopeta con la instructor­a Karen Vázquez, quien estuvo a cargo de la clase abierta en el museo junto a Leonela García. Luego abrió el espacio de defensa personal y jiujitsu para mujeres en la sede central del Equipo Hinojal.

“Creemos que las microbatal­las que podemos generar desde los cotidianos de cada una hacen a las transforma­ciones sociales estructura­les que van acontecien­do –señalan–. Entendemos que el patriarcad­o y el capitalism­o siguen perpetuand­o las violencias y abusos sobre nuestros cuerpos, es por eso que nuestra forma de dar pelea no es sólo resistiend­o y aprendiend­o a defenderno­s sino también generando propuestas, combatiend­o desde la acción, animándono­s a hibridar nuestras prácticas artísticas con lo que hacemos cotidianam­ente y con los activismos que habitamos”.

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