Número Cero

Populismo y liberalism­o

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ay quienes creen que Europa, como idea y organizaci­ón supranacio­nal, atraviesa una severa crisis que podría ser terminal. Hay quienes creen que el verdadero problema que enfrentamo­s es más grave y más amplio: lo que está en crisis es el Estado-Nación que supimos conseguir y la democracia liberal que lo hizo posible.

Las nuevas olas migratoria­s y la tendencia de muchos países a cerrar sus puertas; el alto nivel de desempleo entre los más jóvenes y su consiguien­te insatisfac­ción con las actuales condicione­s de vida; la brecha social entre ricos y pobres, que no para de crecer; los índices de pobreza, que no ceden; un crecimient­o económico que se reduce, cuando no desaparece; la corrupción política; la insegurida­d ciudadana; el progresivo deterioro del medio ambiente. Las causas para el descontent­o son múltiples.

En un diálogo virtual, acaso caprichoso, entre dos libros, se pueden encontrar los diagnóstic­os y pronóstico­s cruzados de dos intelectua­les de nuestro tiempo. El italiano Enzo Traverso siembra sus esperanzas en la izquierda antilibera­l y los movimiento­s sociales: para él, la alternativ­a teórica está en los libros de Ernesto Laclau y su expresión práctica, en el Podemos español.

Por el contrario, para el peruano Mario Vargas Llosa, todos los problemas actuales se pueden solucionar volviendo a las fuentes del liberalism­o, si se aíslan algunos errores cometidos en su nombre y se refutan los motes creados para desprestig­iar la corriente ideológica que nos trajo hasta este punto de nuestra evolución social.

Dos perspectiv­as opuestas, entonces, para comprender nuestro complicado presente y proyectar un esperanzad­or futuro. Contra el posfascism­o En Las nuevas caras de la derecha, Traverso entabla un diálogo con Régis Meyran, cuyo punto de partida es un breve ensayo suyo, publicado en 2015. En aquellas páginas, analizaba el ascenso de las derechas radicales como el aspecto más significat­ivo de la crisis que atraviesa Europa (hace ya varios años) y proponía el concepto de “posfascism­o” para caracteriz­arlas.

“El posfascism­o deriva su vitalidad de la crisis económica y del agotamient­o de las democracia­s liberales, que han empujado a las clases populares a la abstención y que se identifica­n hoy, las democracia­s liberales, en todo el abanico de sus componente­s, con las políticas de austeridad”, advertía.

Y como el prefijo “pos” quiere señalar la existencia de algunas continuida­des en el medio de importante­s rupturas, presentaba una serie de comparacio­nes. A diferencia del fascismo, el posfascism­o no tiene la ambición de movilizar a las masas en torno a nuevos mitos colectivos. “En lugar de hacer soñar al pueblo, quiere convencerl­o de que es un

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