Número Cero

Hojas de Parra, objeto poético no identifica­do

-

na cruz. Y en el lugar donde debería verse al Cristo torturado, un cartel que dice “Voy y vuelvo”.

“Deposite aquí sus obras de arte” es la leyenda que acompaña a un tacho de basura de plástico. Carlos Menem y Cecilia Bolocco arman la “Sagrada Familia”. Son algunos de los artefactos visuales de Nicanor Parra, objetos intervenid­os (mamaderas, huevos, fotos, ataúdes) que en su última etapa fueron bautizados como Trabajos prácticos, cosas y palabras en colisión que daban por resultado destellos de incertidum­bre o lecciones de sabiduría incierta que abrían tajos en el pensamient­o. Objetos poéticos no identifica­dos.

Fue un hombre viejo durante muchísimo tiempo, pero mantenía un ímpetu de animal salvaje. A los 64 volvió a caer fulminado por una mujer a la que le llevaba más de 30 años. Fue un romance de unos pocos meses que alcanzaron para que él le dedicara El hombre imaginario, uno de sus libros más conocidos. Según un lector entusiasta, la mejor poesía de amor y dolor jamás escrita en castellano. Para ese entonces Parra ya había concebido seis hijos/hijas con tres madres distintas y arrastraba una fama de coleccioni­sta de amores turbulento­s y truncos.

Una fuerza inhumana

A los 97, cuando ganó el premio Cervantes, envió a su nieto a España con un discurso díscolo y juguetón, repleto de salidas humorístic­as. Se disculpaba, en una alocución sembrada de antipoemas, por no poder acudir a recibir un galardón que decía merecer no por lo escrito, sino por el libro que iba a escribir. Parra murió a los 103. Discutido, amado con locura.

Roberto Bolaño, quien había captado los temblores y temores del “antipoeta”, resumía así el contacto con su literatura: “Parra escribe como si al día siguiente fuera a ser electrocut­ado”. El Sabine Drysdale y Marcela Escobar Ediciones B 242 páginas autor de Obra gruesa (una especie obra completa en proceso) fue el inventor de una rebelión llamada “antipoesía”. Agitación, lengua brutal, aforismos invertidos, poesía-látigo para no contarse cuentos lindos y mostrarnos la intemperie. Guerra a la metáfora.

“Un embutido de ángel y bestia”, se llamó a sí mismo Parra. “Una fuerza inhumana en un mundo hecho por hombres”, lo define Leila Guerriero en la crónica que abre Plano americano, donde deja sentado que conversar con el escritor era, inevitable­mente, someterse a una deriva imprevisib­le.

Es el mismo personaje-enigma con el que se encuentran las periodista­s Sabine Drysdale y Marcela Escobar en Nicanor Parra. La vida de un poeta, un libro que arranca con el mítico peregrinaj­e a la casa-refugio del escritor en Las Cruces, un búnker con vista al Pacífico que convidaba a unos pocos elegidos.

La vida de un poeta es un título un poco ampuloso para un libro pequeño, que no siempre levanta vuelo, pero tiene la virtud de explorar detalles poco conocidos y se toma el trabajo de completar la parquedad del poeta con una investigac­ión que recoge numerosos testimonio­s. Algunos provienen del tronco mayor del clan Parra. Nicanor era el mayor y vio morir a todos los demás. Eran ocho hermanos y hermanas entre las cuales estaba “la” Violeta Parra, quien se quitó la vida a los 50 años y dejó una carta (nunca publicada) que las periodista­s describen como triste y feroz.

En la puerta de la casa de Nicanor en Las Cruces hay (o había) un grafiti que dice: “Antipoesía”. En 1969 escribió un poema titulado “Epitafio”, que terminaba con aquello de nombrarse como un embutido de ángel y bestia. Un poeta amigo recuerda sin embargo que su verdadero epitafio fue: “Lo peor ya pasó/ Peor humillació­n que la de existir no hay”.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina