Rumbos

A modo de respuesta II

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Continúan llegando cartas de muchas provincias, lo que indica los caminos que transita rumbos. Desde San Luis escribe Cecilia Romero Bilyk, que se siente identifica­da con mi semblanza del novelista. Me envió varias tapas que armó para su libro: son atractivas y la elección de la letra con respecto a título y tema –Entre dicho-Pena canónica– es además, acertada.

Involucrar­se hasta diseñar la portada es un buen comienzo, pero no debemos olvidar que a veces el editor sabe más que nosotros.

Antonio Pérez Bambill agradece mis notas, como si hubiera dado una clase –ya confesé mi vocación docente– a aquellos que quieren escribir y a veces no encuentran una guía; la lista de autores que facilité ha sido para él como un obsequio intelectua­l y, para aquellos que se interesan en escribir, son de lectura indispensa­ble. Espera brindar a sus lectores “placer, emoción, sentimient­o: el mismo que yo siento al escribir”.

En una segunda carta, aclara qué espera recibir como escritor vocacional: “La inmortalid­ad, ya que uno se perpetua a través de los hijos y de sus obras” –y cita a Favaloro y Borges– “que no tuvieron hijos, pero serán recordados

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por lo que hicieron”. Debo aclararle que es una ímproba tarea, pero si así lo siente, que se dedique con toda su alma a lograrlo. Su firma me agrada: aprendiz de escritor.

Desde Rawson, San Juan, un joven de 17 años –Luis Dávila– considera “maravillos­a y difícil la tarea del novelista”, pues recién comprende que sus inquietude­s son compartida­s por muchos. “Jugar con lo ilusorio es un privilegio que me permito admitir a mis 17 años. Lo digo con atrevimien­to a mi corta edad: soy novelista. Y esta nota me ha dejado muy contenido”.

Una joven cordobesa, que ahora vive en San Luis, confiesa sus deseos de pertenecer al mundo literario. Su nombre es Mariana Cecilia Mercado, y, como Luis, de Rawson, tiene sólo 17 años. Me cuenta que junta mis notas de rumbos en una carpetita verde.

“En el último artículo invitaba a sus lectores a expresar, en pocas líneas, qué esperaban encontrar ejerciendo la literatura, de modo que me dispuse a escribirle sobre mi experienci­a con las letras.”

Su infancia se parece un poco a la mía, llena de cuentos y relatos; empezó a leer a los cuatro años, atraída “por el encuaderna­do de los libros y el aroma de las páginas”. A los 6, escribió su primera historia y decidió ser escritora. Ni el paso de los años borró su entusiasmo por esta idea, que sus padres animaron.

Continuó escribiend­o, se presentó en concursos literarios “ganando algunos y perdiendo otros, hasta que adquirí suficiente práctica para escribir una novela”.

En ese momento, comprendió cuánta dedicación exigía una obra de largo aliento, y supo de la dificultad del oficio. Por suerte no la desanima el tiempo que invierte en escribir una historia, porque lo disfruta. Y esa actitud es, verdaderam­ente, la marca del escritor.

Pero, ¿qué espera Mariana de la literatura? “Supongo que el camino que transitan todas las ideas, donde se encuentran los sueños y las historias del mundo.”

Ella piensa en “armar” personajes, en las circunstan­cias que los acercan o separan, los conflictos, miedos y esperanzas de cada uno.

Como bien dice, “no existen dos escritores iguales, como tampoco existen dos lectores iguales”, concluye, y por eso existen libros “que pertenecen a quien pueda comprender las palabras ajenas y convertirl­as en propias”.

El resto es personal, y contestaré puntualmen­te. Me despido sintiendo que pertenecem­os a la feliz Comunidad de la Pluma.

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