Marta Minujín “Hoy las redes sociales lo son todo”
Siempre refugiada detrás de sus anteojos de sol, la irreverente “reina” del arte argentino habla de su reciente selección como una de las artistas más influyentes del siglo XX, de la creación en la era 2.0 y del talento que encuentra en sus constantes via
Si el arte argentino fuera una religión, su dios sería mujer. Y se haría llamar Marta Minujín. Esta creadora impulsiva, desbordante y siempre sonriente, no solamente es un referente dentro del hermético mundillo del arte, sino que ha traspasado las fronteras y es uno de los contados artistas plásticos argentinos reconocidos por el gran público, por la gente común. Minujín es una figura omnipresente en la historia del arte argentino desde la segunda mitad del siglo XX. Hizo su irrupción en la
rumbos
década del 60 –con sus happenings en el mítico Instituto Di Tella– y desde entonces no pasó inadvertida jamás, siempre vestida con sus mamelucos y sus infaltables anteojos de sol. Son poquísimas las fotografías en las que se pueden ver los ojos, adivinar la mirada, de la artista que, aunque todo indique lo contrario, se revela en la entrevista como una persona bastante tímida.
De adolescente se escapaba de su casa del porteñísimo barrio de San Cristóbal para colarse en clases de Bellas Artes y Filosofía y Letras. Luego se formó en pintura y comenzó a participar de premios y salones, pero rápidamente comenzó a experimentar con la idea de que sus pinturas tomaran cuerpo y así llegó a un lenguaje de obras “vivas”, como su célebre “La Menesunda”, en la que planteaba al espectador el desafío de vivir experiencias distintas de contemplación a las que estaba habituado y además lo introducía en la nueva realidad del consumo y percepciones múltiples.
Minujín comenzó a desplegar su arte en un principio en espacios históricos para el arte local como el Instituto Di Tella y el CAYC, irrumpió como ningún otro artista en canales de tevé y en la mismísima Avenida 9 de Julio, y en 1983 homenajeó a la democracia con su gigantesco “Panteón de libros”.
Sus ambiciosas empresas siempre involucraban a otros artistas locales o internacionales. Supo