ELLA, MARIA ELENA
Sara Facio conoció a María Elena Walsh, quien sería su compañera por casi cuarenta años, en París, en 1955. Sara le había llevado una carta de parte de un escritor, pero no la tenía encima cuando se vieron, por lo que unos días después la dejó en el hotel, a su nombre. “Luego me escribió agradeciéndome”, recuerda hoy. Diez años después se volverían a ver en Buenos Aires. María Elena se acercó al estudio de Sara: “Iba a debutar en una obra infantil y me pidió que le hiciera las fotos. ¡Mirá qué ojos!”, señala con nostalgia. La foto que más le gustaba a Walsh está colgada frente a su escritorio. En blanco y negro, se la ve sentada, mirando a cámara. Una de las imágenes más famosas tomadas por Facio. Otra foto, un autorretrato, las muestra en el departamento de Barrio Norte donde convivieron hasta el 80. Luego se mudarían al hogar donde Sara vive hoy, en el barrio porteño de Palermo. amiga de María Elena. Y respondió: “Pablo no dijo que no, así que si quieren ir, vayan”. Y fuimos. ¿Cómo las recibió? Muy bien. No bien llegamos, tanto su esposa, Matilde, así como la mucama, nos aclararon que estaba prohibido entrar al escritorio de Neruda, al que él llamaba La Covacha. Era chiquito, pero con vista al mar. Yo entré igual. El me miró y siguió escribiendo. Después vino Alicia y le sacamos todas esas fotos en las que él está escribiendo. Era un tipo maravilloso, muy simpático, con buen humor y una sensibilidad exquisita.
Sara también recuerda con cariño a Cortázar. “Teníamos gustos parecidos. Iba al cine y al teatro, leía diarios y miraba la tele. Charlábamos como con cualquiera, pero él siempre tenía un punto de vista inteligente. Decía menos pavadas que los demás”, se ríe. ¿Y Borges, a quien retrató magistralmente reclinado detrás de una biblioteca? “Era muy conversador. Pero yo no le entendía mucho porque soy hipoacúsica y él hablaba raro. Yo le sacaba fotos y él charlaba con Alicia”. •
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