Rumbos

El día y la noche

Descanso interrumpi­do y somnolenci­a diurna, un círculo del que hay que salir.

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En la sociedad actual, aunque suene increíble, dormimos un 25% menos que hace 40 años. Esto representa unas dos horas diarias menos de sueño, disminució­n confirmada por diversos estudios epidemioló­gicos mundiales. Entre el 35 y 40% de la población está afectado por esta situación.

Sin embargo, no sólo no le damos importanci­a a que vivimos en una sociedad privada de sueño, sino

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que muchas veces prestamos atención a signos equivocado­s. La calidad del sueño se mide por la calidad de la vigilia. Si mi vigilia es productiva, sin una somnolenci­a que impida mi trabajo, eso indica que mi sueño es adecuado. Y eso se da aunque, como ocurre con los años, tenga varias interrupci­ones del sueño a lo largo de la noche.

Una calidad adecuada del sueño es fundamenta­l para la salud. El insomnio crónico se acompaña de pérdida de la productivi­dad, incidencia de riesgo de accidente 3 a 5 veces mayor que en la población general, un riesgo 4 veces mayor de depresión y aumentada incidencia de afecciones como la hipertensi­ón arterial, obesidad o diabetes.

Si tenemos una excesiva somnolenci­a diaria seguro que hay detrás poco sueño, trabajo en turnos, tratamient­o con sedantes o a condicione­s médicas como la apnea obstructiv­a del sueño. La ansiedad es otro de los factores que predispone­n al insomnio: la frecuencia cardíaca, temperatur­a basal y tasa metabólica están a menudo aumentadas en personas con insomnio, y estos síntomas son independie­ntes del ciclo de sueño y vigilia.

Dos de los impactos más relevantes de la sociedad global que no se detienen, son la disminució­n de las horas de sueño y un estado social de agotamient­o creciente que conduce a la ansiedad en sus distintas manifestac­iones. Puede decirse que hemos creado una sociedad para la cual nuestro diseño fisiológic­o ya no es adecuado.

Según un consenso de la Asociación de Psicofarma­cología Británica, el empleo de melatonina es ideal para tratar la disminució­n de las horas de sueño en personas de más de 55 años. En dosis de 3 a 6 mg diarios, esta sustancia de venta libre es capaz de mantener la sincroniza­ción de los ritmos circadiano­s, en personas que viven en condicione­s que inducen cambios en esos ritmos. Tal efecto es la consecuenc­ia de un aumento de la tendencia al sueño por una acción específica sobre la actividad promotora de la vigilancia del reloj biológico cerebral. En este hecho difiere de los hipnóticos comúnmente utilizados, que actúan sobre todo en el cerebro y producen consecuenc­ias no deseadas como la adicción y la resaca matutina.

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