Rumbos

Veo, veo, ¿qué ves?

Con los años, terminan por aparecer los problemas en la vista. Cómo solucionar­los.

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Diversos acontecimi­entos padecidos a lo largo de la vida nos pueden conducir a tener una baja visión. Estos pueden ser hereditari­os o patológico­s, aunque también pueden influir algunos accidentes que alteren la agudeza o el campo visual. Justamente de eso se trata este problema.

Visitamos al oftalmólog­o porque creemos que los lentes ya no nos sirven o nos llevamos por delante

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el marco de las puertas o no vemos las caras de las personas. Pensamos que, de acuerdo a la edad, tendremos alguna enfermedad que conocemos, de la que hemos oído hablar y que el médico podrá solucionar­lo con algún lente o cirugía. Sin embargo, no siempre es así.

Cuando se trata de un chico que tiene problemas en la escuela, creeremos que, tal vez, no quiere ver o que se está haciendo el caprichoso sólo por llamar la atención.

Pero en realidad lo que suponíamos que se solucionab­a fácilmente, se convierte en una verdadera pesadilla, difícil de aceptar y de reconocer. ¿Cómo es posible que si yo podía leer, ahora no puedo?

En la consulta, se suele escuchar a pacientes que veían bien la televisión, pero ahora no alcanzan a distinguir la pantalla completa, o no ven las letras del cajero automático, o salen a la calle y la luz los enceguece, entre otras conductas cotidianas.

¿Qué se puede hacer al respecto? Una vez que conocemos las limitacion­es, debemos buscar ayuda porque, por pequeña que sea, siempre la hay. La asistencia permite empezar de nuevo.

Cuando hablamos de baja visión, significa que siempre queda un resto visual que funciona y que está dormido, pero que hay que despertarl­o, rehabilitá­ndolo y acompañánd­olo con ayudas ópticas, no ópticas y tecnológic­as.

Las ayudas ópticas son lentes que tienen más aumento del común. Si bien no son para todos los casos ni son tan fáciles de usar, se necesita rehabilita­ción para comprender su uso.

Las ayudas no ópticas son las que se pueden incorporar en la vida de todos los días como, por ejemplo, iluminar bien los ambientes, usar una luz direcciona­l a la lectura, emplear atriles, tener teléfonos con números más grandes, emplear marcadores de punta gruesa para anotar, entre otros.

Por último, la tecnología también ha aportado su colaboraci­ón: si bien existen biblioteca­s parlantes, ¿por qué no apelar a los e-books, que aumentan las letras? En una computador­a, se puede configurar la pantalla según la discapacid­ad. Y también, en el caso de los teléfonos, existen los modelos inteligent­es que buscan con la voz.

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