Mujeres, sudor y lágrimas

Cada vez son más las mujeres que se animan a las competiciones extremas. Crónica de una dura carrera, llena de barro y sacrificio, a través de los Andes.

in nubes, la foto sería perfecta: la arcada que oficia de largada, los cientos de ansiosos corredores y allá atrás, enmarcando la escena, el volcán. Pero no, está muy nublado y la cima de los cerros sólo se adivina. Entre la muchedumbre, el clima es el tema del día, aunque el riesgo de que llueva queda aplacado por los gritos de euforia en los minutos previos a la partida.

“Apurate, mami”, dice el hijo de una corredora, de las muchas que hay en la 13° edición de El Cruce Columbia, quizá la más convocante carrera anual de aventura de estas latitudes. Para ser más precisos, cuatro de cada diez corredores son mujeres. Cuesta imaginar en qué se convertirán sus atuendos pulcros y sus peinados tirantes en unas horas, cuando comience una de las carreras más exigentes que puedan imaginar. Algunas estiran, comen una fruta, aprovechan para ir al baño o regular los bastones.

La largada es una maraña de gente con zapatillas de colores. Tres chicos de la organización ponen cara de perro y se mantienen con los brazos en cruz para impedir que los corredores avancen más de la cuenta. Con-

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