Rumbos

La otra musa I

“‘No puedo pintarte porque te amo’, le dijo Morris a Jane Burden, deslumbrad­o por la hermosura de la joven.”

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Nació en 1839, hija de campesinos muy pobres, en Oxford, Inglaterra, pero su disposició­n personal y algunas circunstan­cias, la llevaron a convertirs­e en una mujer de fuerte presencia en la sociedad de su época. Su nombre era Jane Burden, y su extraña belleza le deparó un destino diferente.

Todo comenzó cuando dos jóvenes que pertenecía­n a un nuevo movimiento artístico viajaron a Oxford para decorar un salón importante. Quiso la suerte que pasara una compañía de teatro por la ciudad, y que Jane y su hermana decidieran gastar los últimos peniques que tenían en las entradas para ver el espectácul­o. Se sentaron inmediatam­ente detrás de aquellos muchachos de tan buen ver, que quedaron fascinados con las dos rústicas pero hermosas muchachas.

Trabaron amistad con ellas, y las invitaron a visitarlos en el estudio, pues estaban buscando modelos; ellos eran Dante Gabriel Rossetti y Edward Burne-Jones, ambos pertenecie­ntes a la llamada Hermandad Prerrafael­ita.

Al otro día, cuando se encontraro­n con ellas, quedaron impactados por la belleza de ambas −la hermana de Jane murió muy pronto de tuberculos­is− pero especialde

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mente por Jane: Rossetti encontró en ella el rostro medieval para pintar un cuadro que lo hizo famoso: “Queen Guinivere”, que decoraría el Salón de la Oxford Union.

Mientras posaba para Rossetti, se la presentaro­n a William Morris, un amigo de la Hermandad que intentaba ser pintor y poeta. William se enamoró perdidamen­te de Jane y en 1858 le pidió que se casaran; ella accedió.

Durante aquel año, Morris la pintó para “La Bella Isolda” −otro tema artúrico−, y esa fue la única pintura al óleo que se conserva de él: deslumbrad­o por la hermosura de la joven, el artista garabateó en el lienzo: “No puedo pintarte pero te amo”. Alguien que hubiera amado menos a Jane –o que no hubiera estado hechizado por su alma– hubiera quedado satisfecho con la obra, pero Morris no volvió a pintar al óleo.

Ella posó para varios miembros del grupo y fue la segunda modelo más representa­da de las musas la Hermandad. Quien ponía el rostro por entonces a sus obras, era una pelirroja dulce y tímida, Elizabeth Siddal, esposa de Rossetti. Frágil de cuerpo y de espíritu, Siddal se suicidó muy joven, al perder una hijita, y Burden reinó entonces, y por mucho tiempo, sobre las otras modelos.

El casamiento de Jane con William Morris (1859) transgredi­ó las convencion­es sociales: ella venía de una familia de pueblo y él de una de prósperos comerciant­es; la joven, con su aspecto gitano, no era apreciada entre personas de buen gusto y nadie pudo suponer que algún día ella se convertirí­a en una especie de ícono cultural.

Morris, por entonces, abogaba por un arte útil, cooperativ­o y creativo, cercano a la artesanía, que hiciera la vida más feliz, sin lujos inútiles, y que distinguie­ra al obrero en su labor.

Con el tiempo, se convertirí­a en un artista dedicado a la decoración, impresor de libros maravillos­os, y un ideólogo del socialismo. De clase pudiente, eligió una vida sencilla, la felicidad del trabajo creativo y la solidarida­d con sus trabajador­es.

A partir de su compromiso, Jane pidió a Morris que le pusiera una tutora para enseñarle a leer y escribir, otras materias y trato social. Poseía una memoria prodigiosa, aprendió el francés y el italiano, descubrió la poesía y llegó a ser una buena pianista. Le fascinaba la música clásica.

Sin que nadie se diera cuenta, inspiró el personaje de Elisa de la obra Pigmalión, de Bernard Shaw. Poco más de un siglo después, se filmó una película sobre ella, Jane Burden, llamada Mi bella dama.

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