Rumbos

DESDE LAS CENIZAS

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La resilienci­a tiene mucho que ver con la idea del ave Fénix, ese pájaro de la mitología griega que se consumía por acción cepto: “Resilienci­a es mucho más que sobrevivir, resignarse o llevar la carga. Resilienci­a no es escaparse de la crisis. Todo lo contrario. Es hundirse en el fango hasta lo más profundo del pozo y salir fortalecid­o de la experienci­a”.

Las personas con caracterís­ticas resiliente­s, adquiridas o con personalid­ades capaces de lograrlas, desarrolla­n habilidad para aprender de una experienci­a traumática y hacer elecciones consciente­s y positivas.

La resilienci­a se basa en el convencimi­ento de que la fortaleza individual y también la familiar pueden crearse a partir de la disposició­n del grupo para timonear la crisis repentina o la aflicción prolongada. En lugar de aceptar, exclusivam­ente, el trabajo con el individuo, la resilienci­a propone abrir la tarea de recuperaci­ón a la familia.

Los sobrevivie­ntes de un duelo no siempre presentan capacidad de sobreponer­se fácilmente. Algunos quedan atrapados en el dolor, en la culpa y en el enojo, con nula posibilida­d de salir de esos lugares. Las cualidades resiliente­s ayudan a curar las heridas dolorosas y a volver a tomar las riendas de su vida.

En el cine como en la vida

En el campo de la ficción hay ejemplos como el personaje de Scarlet O’Hara en el clásico del cine Lo que el viento se llevó, en el que después de haberlo perdido casi todo, menos la esperanza, se pone de pie y jura no volver a tener hambre y lo sentencia con la frase final, “Después de todo, mañana será otro día”. Otro ejemplo es de la película La vida es bella, en el que al personaje de Guido Orefice junto con su familia los llevan a un campo de concentrac­ión, y, por medio de una serie de juegos

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