El colmo del orgulloso
El orgullo forma parte de las características de personalidad de muchos individuos y consiste en el valor exagerado que el sujeto tiene de sí mismo, que no necesariamente tiene que ver con sus capacidades o habilidades reales, sino con la imagen que se ha formado de su propio Yo. Las personas orgullosas o arrogantes tienen una “autoestima” elevada, ya que sobrevaloran todo lo que realizan. Por lo que podemos decir que el orgullo es lo contrario, lo opuesto a la humildad.
Por otra parte, tratan de minimizar o degradar lo que hacen las otras personas que los rodean. Incluso, llegan a experimentar muchas veces desprecio por las acciones que los otros realizan.
Uno de los pensamientos que caracteriza a los individuos orgullosos es: “Todo lo que yo hago es importante y está bien, mientras que lo que los otros realizan no tiene ningún valor”.
En estas personas es habitual que haya una gran ausencia de autocrítica; esto significa que la persona no se cuestiona acerca de sus pensamientos y conductas. Además, suelen depositar “la culpa y la responsabilidad” en el exterior, ya que el sujeto no se hace cargo de lo negativo que pueda ocasionar.
Los seres orgullosos defienden su posición por más que los argumentos que utilicen sean irracionales o carentes de fundamentos. Y demuestran un sentimiento de superioridad en relación a los otros, además de registrar conductas autoritarias con sus pares. También es común la existencia de emociones tóxicas como la envidia, el mal humor y enojo permanente por causa de la insatisfacción.
Surge entonces una gran pregunta: ¿Cómo manejar el orgullo patológico? Tenemos que tener en cuenta que las personas interpretamos los hechos de la realidad de manera diferente, de acuerdo a los pensamientos y creencias, es decir, a la “visión” que cada uno tiene sobre el mundo, los otros y sobre sí mismo.
Algunos puntos que se pueden trabajar desde la Terapia Cognitiva Conductual son: — Aprender a desarrollar la empatía, es decir, ponerse en el lugar del otro. Imaginar lo que les pasa a los otros frente a nuestra actitud. — Aprender a hacerse cargo de sus acciones. — Identificar y valorar lo bueno que realizan las otras personas. — Modificar las distorsiones cognitivas con las que se interpretan los hechos del exterior. — Aprender a preguntarse: ¿Qué tengo que ver yo en todo eso?
Para poder modificar el orgullo patológico, la persona tiene que reconocer que la forma en que interpreta las situaciones de la realidad es disfuncional o distorsionada, lo cual le va a permitir buscar ayuda terapéutica, para poder lograr cambios saludables. •