San Javier, cerca del cielo
A 25 kilómetros al oeste de San Miguel, el turismo aventura hace pie en el Cerro San Javier, la cumbre desde la que Tucumán se descubre a sí misma.
El Cerro San Javier se abre paso entre curvas que entallan en zigzag la silueta de la selva de Yungas, una lengua verde que serpentea los relieves desde Venezuela hasta Catamarca. Llegar hasta su cumbre contempla media hora de viaje desde San Miguel, un recorrido que reivindica denominación de origen: por la ventanilla del coche ya pasaron los campos de cañaverales y el paisaje subtropical difumina sus contornos, perdido en las cerrazones, la bruma marca de la casa a la que le cantó Yupanqui. Cada paso convida un balcón de la ciudad. Capital sudamericana del parapente, ecosendas tapizadas de caramelos para los ojos de los exploradores. Por haber, hay hasta un Cristo Bendicente, postal definitiva de un prometedor inventario de emociones.