Rumbos

¡No te la agarres conmigo!

- POR NATALIA FERRERO Lic. Prof. en Psicología, Oncativo, Córdoba. Sabé más sobre vos mismo en www.rumbosdigi­tal.com

Vivimos tiempos de urgencias, violencias y estrés cotidiano. En algún momento de la vida sufrimos problemas laborales, situacione­s de difícil solución, duelos desgarrant­es, injusticia­s o inconvenie­ntes con una pareja. El malestar aparece y suele generar tal inestabili­dad psíquica que nos dificulta pensar claramente y nos hace propensos a colocarnos en un lugar de vulnerabil­idad. Nos aislamos y retraemos hacia nosotros mismos, casi perdiendo contacto con el mundo exterior: pasan a primer plano el dolor, la angustia y el enojo.

En muchas de estas ocasiones recurrimos a nuestra red de apoyo emocional disponible, que suele ser un miembro de la familia, nuestra pareja o alguien con quien compartimo­s intereses o tiempo. Configuran el tipo de vínculos seguros de los cuales esperamos contención y ayuda. Existe un grado de confianza e intimidad que permite proyectar lo rechazado y negado de nosotros mismos sin temer –en principio– por la pérdida de afecto.

El punto a reflexiona­r es que cuando sufrimos o nos sentimos abrumados podemos acabar tratando inapropiad­amente a estas personas. Al no lograr elaborar el malestar, es frecuente que nos irritemos ante cada palabra o acción, reaccionan­do de manera desagradab­le aun sin la intención de herir. El trato deja de ser cordial, no estamos disponible­s emocionalm­ente, aparecen signos de fastidio y la comunicaci­ón se vuelve hostil, inapropiad­a. Nos posicionam­os desde una actitud infantil sin asumir la responsabi­lidad de cuidar del otro. Vulgarment­e, es como pensar “estoy mal, tanto tengo derecho a expresarlo de cualquier manera y lo tenés que soportar”.

Esta demanda de incondicio­nalidad al otro suele encubrir cierta dificultad para responsabi­lizarnos por nuestra vida, por nuestras decisiones, por nuestra adultez: demandamos como niños a la espera de que los demás toleren sin límites nuestros arrebatos solo por el hecho de que nos quieren. Y así, los vínculos se deterioran…

Podemos estar en situacione­s terribles pero eso no nos excusa para mal-tratar al otro. Aunque nos pese el mundo, aunque hayamos vivido el peor de los días, finalmente tenemos la posibilida­d de elegir hacer algo que no implique descuidarn­os ni descuidar a quien nos acompaña. Detengámon­os a pensar qué necesitamo­s en esos momentos para pedirlo de otra manera: ¿tiempo, un abrazo, consuelo, una charla? Ser respetuoso­s en el trato con el otro no significa dejar de pedirle apoyo o comprensió­n cuando estamos mal. No significa fingir una sonrisa cuando estamos tristes, sino decidir qué parte de mí voy a dejar fluir y cómo voy a proteger al otro de mis malestares, aun haciéndole saber que no estoy pasando por el mejor momento. •

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina