Rumbos

¿Negamos la realidad?

- POR RAÚL G. KOFFMAN Psicólogo, Rosario, Santa Fe. Sabé más sobre vos mismo en www.rumbosdigi­tal.com

Créase o no, negar la realidad, es muy fácil. Es más, se hace automática­mente. Es un proceso que resulta “invisible a sus propios ojos”. Pero aclaremos algo: una cosa es no ver lo que está allí, y otra, no valorarlo como los demás. Me explico mejor: alguien puede decirle a otro que su socio le está preparando una estafa. Si esta persona no cree posible lo que se le está diciendo, se dice de ella que “niega la realidad”. Hay datos precisos de la estafa, pero como cree imposible esa intención en su socio, “no la ve”. Y está ahí: están los datos para chequearlo­s. Pero los niega abiertamen­te.

El segundo caso es el que podríamos llamar de “ceguera valorativa”. A alguien le diagnostic­an una enfermedad grave. La persona “la ve”, la reconoce como existente y verdadera, pero minimiza su gravedad. Cuando le indican que “se cuide” cambiando hábitos o conductas puntuales, la persona deduce que los demás (y sobre todo el médico) están exagerando. En este caso también se afirma que “niega la realidad”: pero no por no verla sino por no valorar, o sea, por no dimensiona­r el diagnóstic­o como los demás lo hacen. De allí lo de “ceguera valorativa”.

En síntesis: no ver lo que hay allí, y no valorarlo o dimensiona­rlo correctame­nte (minimizánd­olo), son dos modos diferentes de “negar la realidad”.

Otro tema es suponer que todos tenemos las mismas posibilida­des de ver la misma realidad. Si usted tiene adelante un informe sobre contaminac­ión ambiental expresado en números y porcentaje­s, donde se utilizan palabras que no comprende, es probable que usted no pueda tener acceso a la realidad que el informe describe. No estará usted negando la realidad, pero su falta de conocimien­tos específico­s hará que a esa realidad usted no pueda abordarla ni entenderla.

¿Otro ejemplo? Dos personas miran el mismo gato en el mismo momento. Una de las personas lo quiere para que le mate los ratones de su casa y la otra para que le haga compañía. ¿Acaso ven ambas la misma realidad?

Y si recurrimos a las neurocienc­ias, la cosa empeora. Los neurocient­íficos afirman que el cerebro nos engaña porque nos hace ver una realidad falseada. Parece ser que funciona para que, en nuestra comprensió­n de la realidad, nos quedemos tranquilos. Tranquilos porque entendemos y manejamos todo. Porque somos coherentes y no nos autoengaña­mos. Y no es así. ¿Entonces nuestro cerebro nos niega la realidad tal cual es? Tal vez sí.

Entonces no hay que asustarse demasiado. Negar la realidad, distorsion­arla, ver lo que “nos cierra” y concluir lo que nos conviene, es total y absolutame­nte normal. Pero claro, hay grados y grados. Pero ese es otro tema. •

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