¿Negamos la realidad?
Créase o no, negar la realidad, es muy fácil. Es más, se hace automáticamente. Es un proceso que resulta “invisible a sus propios ojos”. Pero aclaremos algo: una cosa es no ver lo que está allí, y otra, no valorarlo como los demás. Me explico mejor: alguien puede decirle a otro que su socio le está preparando una estafa. Si esta persona no cree posible lo que se le está diciendo, se dice de ella que “niega la realidad”. Hay datos precisos de la estafa, pero como cree imposible esa intención en su socio, “no la ve”. Y está ahí: están los datos para chequearlos. Pero los niega abiertamente.
El segundo caso es el que podríamos llamar de “ceguera valorativa”. A alguien le diagnostican una enfermedad grave. La persona “la ve”, la reconoce como existente y verdadera, pero minimiza su gravedad. Cuando le indican que “se cuide” cambiando hábitos o conductas puntuales, la persona deduce que los demás (y sobre todo el médico) están exagerando. En este caso también se afirma que “niega la realidad”: pero no por no verla sino por no valorar, o sea, por no dimensionar el diagnóstico como los demás lo hacen. De allí lo de “ceguera valorativa”.
En síntesis: no ver lo que hay allí, y no valorarlo o dimensionarlo correctamente (minimizándolo), son dos modos diferentes de “negar la realidad”.
Otro tema es suponer que todos tenemos las mismas posibilidades de ver la misma realidad. Si usted tiene adelante un informe sobre contaminación ambiental expresado en números y porcentajes, donde se utilizan palabras que no comprende, es probable que usted no pueda tener acceso a la realidad que el informe describe. No estará usted negando la realidad, pero su falta de conocimientos específicos hará que a esa realidad usted no pueda abordarla ni entenderla.
¿Otro ejemplo? Dos personas miran el mismo gato en el mismo momento. Una de las personas lo quiere para que le mate los ratones de su casa y la otra para que le haga compañía. ¿Acaso ven ambas la misma realidad?
Y si recurrimos a las neurociencias, la cosa empeora. Los neurocientíficos afirman que el cerebro nos engaña porque nos hace ver una realidad falseada. Parece ser que funciona para que, en nuestra comprensión de la realidad, nos quedemos tranquilos. Tranquilos porque entendemos y manejamos todo. Porque somos coherentes y no nos autoengañamos. Y no es así. ¿Entonces nuestro cerebro nos niega la realidad tal cual es? Tal vez sí.
Entonces no hay que asustarse demasiado. Negar la realidad, distorsionarla, ver lo que “nos cierra” y concluir lo que nos conviene, es total y absolutamente normal. Pero claro, hay grados y grados. Pero ese es otro tema. •