Rumbos

“No soy un gay demasiado tradiciona­l"

- José María Muscari TEXTO JAVIER FIRPO FOTOS PEDRO LÁZARO FERNÁNDEZ

Está en la escena, como director o actor, hace veinte años. Hizo funciones a la gorra y trascendió en el under, bailó en ShowMatch, dirigió un clásico en el San Martín y le dio la última gran alegría teatral a Norma Pons. A los 39 años y al frente de tres obras con actores inmensos, Muscari se sacude como perro los prejuicios y sigue para adelante. ¿Cómo clasificar­lo? No sabe, y eso es lo que más le gusta. Hijo único, papá verdulero y mamá mucama, muy consentido, José María Muscari se emancipó a los 19. Ese año tuvo su bautismo como director y dos antes había debutado como actor. Lleva dos décadas trabajando sobre todo en el teatro, tiene 39 años y es el mejor “domesticad­or” de elencos numerosos. No se casa con nadie, imparte las reglas de juego y con él no hay tutía. "Siempre me funciona la frontalida­d y el respeto, yo soy uno más”.

Pese a su juventud, prefiere trabajar con actores mayores, porque −dice− tienen otra escuela, otros valores, otra calidez. Muscari no cree ser soberbio, pero le gusta hablar mucho de él y se autodenomi­na “yoico”, aunque no se banca a los opinólogos, ni tampoco asiste a programas para hablar del chisme ajeno. De su vida privada cuenta que es “un gay para nada sectario” y que le molesta "lo demasiado homosexual”. Hoy atraviesa el mejor momento de su vida laboral y personal: dirige Casa Valentina, La casa de Bernarda Alba y El secreto de la vida y, “lo más importante” –subraya−, es que está viviendo con su pareja, a quien conoció vía Facebook y ayudó bastante a que disminuyer­a su obsesión por el trabajo.

¿Trabajar y sólo trabajar, cubría alguna carencia?

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