Hiperexigencia: una cárcel hecha a medida
Ningún logro propio los alegra, mucho menos los de sus hijos. Siempre encuentran excusas para apuntar más alto y jamás disfrutar. ¿Sirve para algo esa búsqueda perpetua de la perfección?
Tanto se esfuerza en lograr que todo sea perfecto que nada le sale bien. Martina nunca está conforme. Aunque la casa esté reluciente, ella encuentra el pelo del perro pegado al sillón. Si su hijo se saca un ocho en un examen, le pregunta por qué no alcanzó el diez. Si en el trabajo la felicitan por su desempeño y, además, le hacen una crítica constructiva, se obsesiona con lo negativo hasta sentirse una completa inútil. “Es difícil ser yo”, dice riendo. “Desde chica soy muy exigente, y aunque gracias a eso conseguí altos promedios en la facultad y buenos puestos de trabajo, la verdad es que me trajo más problemas que satisfacciones. Recién ahora, a los cuarenta, y con varios años de terapia, empecé a darme cuenta. Querer que todo sea como en las películas es un frustración constante”.
Alcanzar los ideales platónicos en la vida real es perseguir lo imposible. Las personas no somos máquinas productivas que están al 100% todos los días. Si bien la autosuperación es una forma de crecer, hay que aprender a limitarse y a no ponerse metas inalcanzables. “La hiperexigencia lo único que hace es enfermar a la gente, provoca trastornos emocionales como la depresión, la ansiedad y el estrés”, dice el psicólogo Rafael Santandreu. “Hay que evitar tomarse a la tremenda las adversidades, anticipar las desgracias y estar todo el tiempo dando vueltas sobre un problema”. les resulta muy difícil disfrutar el trayecto, no hay espacio para el placer porque están sobrecargados de presión. En el intento de alcanzar la perfección absoluta jamás se sienten contentos por sus logros. Nada es suficiente.
“El peor tirano en estos casos es la misma persona”, explica la psicóloga Betina Ianovski. “Se mide de forma continua, con una altísima vara, en un intento de alcanzar metas desmedidas y poco realistas. Además suele preocuparse en exceso por la valoración de los otros. Una cosa es hacer lo mejor posible y esforzarse, el tema es no caer en los extremos de hiperactividad que conducen al desequilibrio”.
Los problemas de insomnio, la adicción al trabajo y los trastornos de alimentación están relacionados con la hiperexigencia. Vivimos en una sociedad de consumo que nos motiva a ganar más dinero, comprar cantidades de bienes −aunque no los necesitemos− y obtener puestos laborales más prestigiosos. La carrera es infinita, no tiene techo: “Supérate a ti mismo y aplasta al de al lado”, es el eslogan del capitalismo voraz. En el afán de estar a la altura de las exigencias del mercado, muchos dejan de lado la propia vida.
Según un estudio canadiense