Rumbos

La princesa de Pomerania II

La poderosa Catalina, vestida con uniforme de ejército ruso, fue proclamada zarina por las tropas.

- POR CRISTINA BAJO

En vista de que su joven sobrino parecía incapaz de dar un heredero al trono, la emperatriz propuso al conde Saltykov que se convirtier­a en amante de Catalina. El conde era joven y apuesto, y estaba enamorado de la princesa; de esas relaciones secretas nació –en 1754– un niño llamado Pavel.

Por entonces, los médicos encontraro­n una cura al problema de Pedro, que se dedicó alegrement­e a conquistar las damas de la corte. Gracias a esto, cuando Catalina quedó embarazada, nadie dudó de la paternidad del príncipe.

Isabel arrebató el niño a la madre, lo mantuvo con ella, atendiéndo­lo personalme­nte, y envió al conde a un país lejano a cumplir alguna misión absurda.

Superando el dolor de perder a su hijo y a su amante casi a la vez, Catalina comprendió que, si quería sobrevivir en la corte, debía ser astuta y anudar relaciones políticas y militares.

Poco después Pedro conoció a su gran amor, una dama tímida, bastante fea y picada por la viruela. Con ella fue muy feliz y no le importó que su esposa tuviera por amante al General en Jefe de los Ejércitos del Norte.

Un año más tarde, Catalina conoció a un joven conde polaco –Poniatowsk­i– que había llegado junto con el embajador inglés, y se enamoró de inmediato. Durante unos años la hizo feliz: era fiel, discreto y romántico, pero ella se expuso de tal forma, que quienes apoyaban a Pedro intentaron acusarla y condenarla a muerte.

En 1758, Catalina tuvo una niña de Poniatowsk­i, que su marido aceptó como suya, pero que falleció muy pronto. Por entonces, Pedro y sus leales intentaron asesinar a Poniatowsk­i, que salvó la vida huyendo de Rusia.

Tiempo después llegó desde el campo de batalla, Orlov, aquel joven que rescatara a Catalina de las aguas heladas de un lago; la corte lo recibió como a un héroe y todas las damas se prendaron de él: era joven, fuerte, recio y protector. Muy pronto se convirtió en amante de la princesa y sus apasionada­s relaciones no pasaron desapercib­idas para nadie.

Él y sus hermanos tenían mucha influencia en la Guardia Imperial –que simbolizab­a el poder de los zares– y ante aquellos hombres Orlov describió a su amada como una gran patriota y mujer a la que el inútil esposo maltrataba.

Los oficiales creían que en cuanto Pedro se convirtier­a en zar, licenciarí­a las tropas rusas para formar una guardia prusiana, así que comenzaron a ver a Catalina como su salvación.

Al morir la emperatriz –en 1762–, su sobrino asumió el trono como Pedro III. Las disputas con su esposa se habían vuelto violentas pues descubrió que el pueblo la amaba más que a él. Finalmente, la obligó a vivir en otro palacio para quedar él y su amante en la mansión real.

Estos hechos llevaron a la Guardia Imperial a dar un golpe de Estado: el ejército, el pueblo y la iglesia habían abandonado a Pedro y en julio de 1762, los Orlov detuvieron al zar y lo obligaron a abdicar.

La poderosa Catalina, vestida con el uniforme del ejército ruso, fue proclamada zarina por las tropas, mientras que Pedro fue encerrado en un castillo y poco después murió asesinado: nunca se supo si por una reyerta interna o por orden de Catalina.

Sugerencia­s: 1) Conseguir y ver El arca rusa, una película increíble sobre la cultura y la historia de Rusia. 2) Buscar en librerías o en Internet Cuentos populares rusos para niños. Les encantarán a los chicos y a sus padres. •

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