LAS MANOS DE DIOS
¿Cuántos pudieron aseverar, en aquel momento, que aquel gol había sido, efectivamente, con el puño y no con la cabeza? Julio Olarticoechea fue quien inició aquella jugada y asegura no haber visto la mano. Lo mismo dicen sus compañeros de equipo y todo el banco de suplentes. Los relatores Víctor Hugo Morales y José María Muñoz sembraron la duda, lo advirtieron al instante, pero muchos de los periodistas que estaban en Buenos Aires –ningún canal tenía enviados en México- no estaban tan seguros. Maradona, rápido de reflejos, salió a gritarlo como si nada hubiera pasado, aunque iba relojeando al referí.
“Yo siempre quise saber por qué un tunecino dirigió este partido – cuenta Burgo a Rumbos, en un bar del barrio de Belgrano, en Buenos Aires-. Lo iba a dirigir un brasileño, pero Inglaterra se opuso porque no quería árbitros sudamericanos”. Argentina se opuso a los europeos y la elección recayó en el tunecino Alí Bennaceur.
“Tenía cierta experiencia porque había dirigido dos finales de Copa Africana. Estaba bien, pero fue insuficiente, claramente. Terminó siendo un bumerang para los ingleses”, opina el autor. Alí Bennaceur y Bogdan Dotchev, el juez de línea, son reticentes a la prensa, y en treinta años solo hablaron un par de veces, y siempre se tiraron dardos entre ellos. Benaceur convalidó el gol inmediatamente, dice que el juez de línea no levantó la bandera, y por eso lo dio válido.
“Los ingleses se quedaron mascullando bronca. Pero más allá del dolor de la eliminación, se sienten afortunados de haber convivido en la cancha con el tipo que mejor juega al fútbol”, asegura Burgo. Pero el arquero Peter Shilton y el zaguero Terry Butcher, no pueden quitarse la espina. Ellos no perdonan al Diez. “Si me lo cruzara no le daría la mano”, insiste el arquero.
Burgo no condena la mano de Dios. “Por supuesto que es una jugada ilegal, no deja de ser una infracción, pero no es una trampa premeditada, es algo que pasó, no es que Maradona dijo: ‘voy a hacer un gol con la mano’. Es una jugada más rechazada fuera del fútbol que dentro. Es ilegal y sancionable, merece la tarjeta amarilla, pero no lo veo como una trampa”.
“El 22 de junio de 1986, Buenos Aires amaneció en el estereotipo climático que suele adjudicársele a Londres: nubes lloviznas, poca visibilidad, frío”, escribe Burgo como prólogo a la reconstrucción del mejor gol en la historia de los mundiales.“52 metros, 44 pasos, 10, 6 segundos, 14, 4 kilómetros por hora, 12 toques con pierna izquierda, cinco ingleses eliminados en una persecución autodestructiva, y otros dos rivales que quieren acosarlo pero no lo alcanzan”.
“Yo esperaba que el técnico nos detallara cómo íbamos a marcar a Maradona hombre a hombre, pero Sir Bobby tenía otras ideas: la orden fue marcarlo colectivamente y que se ocupara el jugador que estuviera más cerca”, le confesó el defensor Terry Fenwick a Burgo vía email. “Sir Bobby me llevó a un costado para decirme que Maradona solo tenía un pie del que debía estar atento, pero claramente no me explicó cuán bueno era ese pie, el izquierdo”, bromea el zaguero, que parece haber sanado la herida.
Como escribe Burgo, fueron diez segundos para consumar el mejor gol de la historia de los mundiales. Diez segundos en los que el mundo entró en modo pausa frente a esa corrida monumental que culminaría con siete ingleses desparramados, aturdidos, humillados. Una jugada repetida cientos, miles de veces, acompañada del relato épico de Víctor Hugo Morales. El nacimiento