LA LEYENDA DE LA CAMISETA AZUL
Hoy, en tiempos de fútbol hiperprofesionalizado ¿quién podría imaginarse que la Selección argentina no contaba con una camiseta suplente? La historia de la camiseta azul tiene varias aristas y es una de las perlas del libro. Eran tiempos en que, por ejemplo, un jugador como Héctor Enrique podía llegar sin botines al mundial. Una época en que los premios era irrisorios en comparación con el dinero que gana un futbolista de elite en la actualidad. “Cobraron 33 mil dólares, una cifra que hoy se cobra por partido”, precisa Burgo para dar paso a la curiosa leyenda de la camiseta azul. Una de las que usó Maradona, la del segundo tiempo, está hoy en manos del ex jugador inglés Steve Hodges y fue valuada en más de 300 mil dólares. La otra la conserva el Diez. “No se podía usar la camiseta celeste y blanca, y el auspiciante, que era Le Coq Sportif, no tenía otra”. Hay como cinco versiones diferentes, asegura Burgo, de como se consiguieron esas camisetas suplentes. La leyenda dice que los utileros revolvieron mercados del DF, que el gerente administrativo de AFA llamó a varios negocios de ropa, que Zelada –el tercer arquero de Argentina que jugaba en México– conocía un local de ropa deportiva, mientras que otra versión del propio Zelada dice que era de su propio negocio, pero no lo recordaba hasta que Burgo lo llamó. “Tenes razón –respondió el arquero desde México-. Era de mi casa de deportes”. Que el escudo fue bocetado de apuro por empleados del América -donde concentraba la selección-. Que los números eran de camisetas de fútbol americano conseguidas, también, a último momento, y que fueron bordados por las bordadoras del América, o por los utileros, o por el mismo Maradona, la noche anterior.
“Yo no quería contar una verdad –concluye Burgo–. Cada uno tiene su verdad y está bien.” •