La anciana la tomó del brazo y con los ojos blanqueados le dijo: "A veces, los dones de los dioses son engañosos..."
que aquella noche la había llamado desde la selva.
Asustada pero también ilusionada, se sentó y observó cómo se apartaban en la negrura las matas y enredaderas. Una sombra más densa cruzó la entrada del refugio y un olor áspero, a raíces recién desenterradas, a tierra húmeda, la puso alerta. La hediondez dulce y repugnante le anunció el Mundo de los Muertos.
–Aquí estoy –musitó una voz espantosa que era, sin embargo, la voz del amado –. Dormía en el Pozo de los Guerreros cuando me llamaste. He venido por ti.
Anhelada sintió los brazos descarnados que le apretaban la cintura, las uñas crecidas que se aferraban a su espalda, el aliento de la tumba en su boca y recordó las dudas que los dioses habían despertado en su corazón, el chaltum mancillado, la voz del jaguar, la advertencia de la anciana...
Nadie volvió a verla, y sus amigas pensaron que él la había raptado aquella noche, llevándola a su aldea. Pero la historia perduró en la memoria de su pueblo porque aquel día llegaron los hombres blancos, los que habían sido anunciados en los libros del Chilam Balan, los que traerían dolor, nuevas enfermedades, otra religión.
Los que expulsarían a sus dioses a los últimos refugios, “los que hicieron llorar al cielo y llenaron de pesadumbre el pan de maíz”.
Ya lo advertía el libro de Chumayel: “...Dispersados serán por el mundo los hombres que cantan, las mujeres que cantan y todos los que cantan...”
Sugerencias: buscar en internet o en librerías de ejemplares usados Floresta literaria de la América indígena, de José Alcina Franch. Nos acercará a la inmensa belleza de la cultura precolombina. •