¿Será así para siempre?
La vida es un vaivén de experiencias a las que otorgamos sentido y nos permiten ser quienes somos. En este transcurrir, atravesamos situaciones difíciles, conflictivas, angustiantes, haciendo un esfuerzo por resistir y sobrellevarlas lo mejor posible. Perseveramos en el intento de modificar aquello que nos aqueja o bien tolerar lo que no podemos cambiar. A veces nos vemos expuestos a vivir estas situaciones por un largo tiempo, en el cual la paciencia y la capacidad de afrontamiento trabajan al límite, confrontándonos con la sensación de agobio que caracteriza a los momentos tensos.
Es que además de lo que nos está ocurriendo, existe un factor emocional clave: nos percibimos atrapados en una maraña sin salida, dando pasos redundantes que implican un alto esfuerzo. Tras un tiempo de lucha, podemos pensar que esta circunstancia será inmodificable. Que permaneceremos así de complicados y confundidos, salpicando nuestra vida de un notable pesimismo que nos deja sin energías. Nuestro psiquismo comienza a funcionar con mecanismos rígidos, que sentencian un fracaso, reactivando a su vez estados anímicos de tristeza, enojo e irritabilidad. ¿Qué consecuencias obtenemos? Puede ocurrir que no logremos despejar la mirada para poder generar una acción de cambio, por más pequeña que sea. Esta impotencia no va a permitirnos fluir con creatividad; por el contrario, va a obturar la flexibilidad para plantearnos alternativas.
En estos casos, es útil tener en claro lo transitorio de la situación. Aunque sea algo irreversible, la trama que podemos construir siempre será cambiante. Las tensiones ylas crisis son transiciones que forman parte de un ciclo de vida. Estamos preparados, o tenemos que trabajar para estarlo, para atravesarlas. Sin urgencias. Sin exigencias. Con la calma de quien persevera aunque a pasos prudentes, enfrentando los riesgos y desilusiones de las caídas, los fracasos, lo imposible. De aquello que nos muestra nuestros límites.
Ahora bien, ahí donde el sufrimiento psíquico invade, desorganiza, debilita o quita capacidad de decisión, se encuentra la clave para impulsarnos hacia el movimiento. Para pensarme y actuar como autor de mi vida. Poder moverme dentro de esa incomodidad y amenaza. Allí, en ese trabajo constante, podemos impulsar una actitud de tolerancia y calma frente a lo que se nos presenta como inmodificable e interminable. Apuntar al plano abierto de la posibilidad, resistiendo, enfrentando el desafío de lo que nos frustra. Una vez más, llegamos al punto nodal de la cuestión: frente a situaciones difíciles, lo que marca la diferencia es focalizar en lo que consideramos más importante para nuestra vida. Priorizar. Sin pausa. ¿Qué es lo que nos moviliza día a día? Puede que allí encontremos la salida. •