Rumbos

El partisano

- — CRISTINA BOSSA ALANÍS, OLIVA – CÓRDOBA. Descubrí más cuentos de los lectores en rumbosdigi­tal.com

Era noche en Frontale, pequeño pueblecito en las colinas de Le Marche, vecino al Adriático. Nonna Paccina debía repartir su amor entre su hijo que trabajaba como “postino” (cartero) y el novio de su hija Angelina. El cartero había sido llamado a las armas al servicio del fascismo y el futuro yerno había desertado huyendo hacia las montañas, uniéndose a los partisanos. Las reyertas familiares eran constantes. El hijo amado en el frente y el amado por su hija luchando contra el régimen. Sin embargo, trataba de entender lo inentendib­le de la guerra y las decisiones tomadas por ambos. El pueblo estaba en poder de los “tedeschi” (alemanes), quienes tenían un buen trato con sus mansos, viejos e inofensivo­s habitantes. Su antigua casona de piedra, de tres plantas, tenía un altillo donde guardaba trastos viejos y colgaba la ropa para su secado. Y ella, partidaria a escondidas de la libertad, fingía ante los alemanes congraciar­se con ellos. De hecho, les preparaba suculentas polentas y ellos la llamaban “la mamma buona”. Nunca revisaban su casa. A la vez, ayudaba a los partisanos, ocultándol­os en el desvencija­do altillo, a quienes proveía de alimentos y ropa, cada vez que bajaban de la montaña. Y ocurría que, en ocasiones, los amos del pueblo comían alegrement­e en la planta baja, mientras los renegados se mantenían disimulado­s entre la ropa tendida, para escapar saltando por las ventanas. Así me lo contaba, en su lecho de enferma, cuando la visitara junto a mi amiga Patricia, pariente suya. Culminada la guerra, con una Italia devastada y liberada por las fuerzas aliadas, comenzó la caza de los seguidores del régimen. Su hijo, el cartero, regresó receloso y eternament­e enemistado con el novio de su hermana y prontament­e fue arrestado. Clamó ella por perdón, el que le fue concedido. Su yerno partisano, salió indemne de la contienda. El partisano, sin rencor alguno, medió en su manumisión. La vieja partidaria de la liberación calmó los ánimos y con el correr de los años, las heridas se fueron restañando. El partisano, al que conocí, fue mi héroe, luchador incansable y osado contra la represión de un sistema oprobioso y decadente. El partisano aún pervive en mi memoria, pródigo, ayudando a salvar una vida, en tiempos en que ella no tenía valor alguno. Creo que la viejecilla entre su reparto de amor, inclinó la balanza hacia el aventurero.

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