Rumbos

De la boca al corazón

- POR DR. SILVIO VIGLIONE Odontólogo especializ­ado en implantolo­gía. Universida­d Nacional de Tucumán y Asociación Odontológi­ca Argentina. Conocé más sobre tu salud en www.rumbosdigi­tal.com

Que la salud general de nuestro cuerpo tiene mucho que ver con la alimentaci­ón es un hecho científico indiscutib­le. Y la cavidad bucal con todos sus componente­s (dientes, músculos y tejidos blandos) son los encargados de comenzar este complejo proceso. Entonces, es fácil deducir que la salud de nuestra boca, incide en forma directa en el estado general de las personas. Y lo hace, sobre todo, desde dos aspectos: la existencia e integridad de sus piezas y la presencia de infeccione­s.

Analicemos el primero: en una boca sana, las 32 piezas dentarias con las que cuenta el ser humano, ofrecen una superficie de masticació­n que asegura una correcta trituració­n y asimilació­n de los alimentos. Pero a partir de los 30 años, la mitad de la población ha perdido más de dos piezas, y el número asciende a seis cerca de los 40. En general, las piezas que primero se pierden son las posteriore­s, que son las que más fuerza hacen y aquellas que el paciente tarda en reponer porque no compromete­n la estética.

Y aquí empieza a jugar un concepto del que poco se habla: la eficacia masticator­ia, que es la capacidad que tiene una boca de preparar los alimentos para pasar a los siguientes procesos digestivos. El trabajo que no hacen los dientes, enlentece la digestión y la hace incompleta, con mayor cantidad de residuos y menor absorción de nutrientes. De este modo el esófago, el estómago y los intestinos trabajan sobrecarga­dos y no tardan en aparecer enfermedad­es crónicas. A mayor pérdida de eficacia masticator­ia, mayor el compromiso para la salud.

El segundo aspecto, y no menos importante, es el infeccioso. La boca es un medio cálido, húmedo y lleno de nutrientes; es decir, un lugar ideal para la proliferac­ión de bacterias. Y los tejidos duros, como los dientes y hueso, son un reservorio ideal para focos infeccioso­s. Como la boca está profusamen­te irrigada, cualquier infección allí presente, no tardará en diseminars­e por todo el cuerpo. Dos órganos nobles como el corazón y el riñón son sus blancos predilecto­s. Dichos órganos, incapaces de defenderse de estas bacterias de origen bucal, que no forman parte de su flora normal, pueden ser severament­e dañados. La endocardit­is bacteriana y la glomerulon­efritis son las infeccione­s más temidas, que debemos evitar con la prevención.

La buena noticia es que la odontologí­a posee un arsenal de tratamient­os para evitar estos males. Desde la época de los faraones se tienen registros fósiles de implantes en las momias reales. Por suerte, hoy la implantolo­gía no es cosa de faraones y los tratamient­os implantoló­gicos de última generación están al alcance de todos. Los protocolos de controles primarios permiten diagnostic­ar y tratar cualquier infección que se presente en nuestras bocas. Si nos ocupamos, estamos a salvo.

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