Hablemos de epilepsia
En la Grecia antigua, se creía que solo un dios podía arrojar a las personas al suelo, privarlas de sus sentidos, producirles convulsiones y devolverlas a la vida. En la Edad Media se pensó que era un tema del demonio y muchos terminaron en la hoguera.
¿Qué tienen en común Napoleón Bonaparte, Sócrates, Molière, Van Gogh, Alfred Nobel, el cardenal Richelieu, Alejandro Magno, Gustave Flaubert y Fiodor Dostoievski? Todos padecieron epilepsia.
Se trata de una patología neurológica frecuente, que ocurre cuando un grupo de neuronas descarga sus impulsos al unísono en lugar de hacerlo gradualmente y por turnos. Esta brusca andanada suele activar y encender a todo el cerebro y provocar la crisis, que puede ser generalizada o focalizada (si compromete sólo a una parte), y causar cambios en la atención o el comportamiento.
Las causas más comunes abarcan lesión cerebral traumática, mal de Alzheimer, ACV, infecciones, problemas cerebrales al nacer, tumores y vasos sanguíneos anormales en el cerebro, entre otros. Se calcula que hay entre 4 y 77 epilépticos por cada 1.000 habitantes. En la Argentina, por caso, son 13 cada mil.
Generalmente, las crisis comienzan entre los 5 y 20 años, aunque también hay más probabilidad de convulsiones en adultos mayores de 60. De todas maneras, pueden aparecer a cualquier edad.
El diagnóstico depende de múltiples factores y de estudios de laboratorio, mientras que el tratamiento se basa en fármacos para controlar las descargas eléctricas cerebrales anormales.
Los síntomas varían de una persona a otra y están precedidos por auras, que son las sensaciones previas a una crisis, como hormigueo, percepción de olores que no existen o cambios emocionales. Sobresalen las ausencias típicas, temblores violentos, convulsiones generalizadas –que involucran a todo el cuerpo e incluyen aura, rigidez muscular y pérdida de la lucidez mental– o parciales, según la parte del cerebro afectada.
El seguimiento neurológico adecuado requiere controlar periódicamente al paciente mediante análisis de laboratorio, dosaje plasmático de las drogas empleadas y electroencefalograma.
Hay un grupo de pacientes que no logra un control completo de las crisis con los tratamientos disponibles. Para ellos, hay una nueva alternativa terapéutica diferente, basada en un extracto de marihuana, presentado como un aceite, que sólo contiene propiedades anticonvulsivantes, ni psicológicos ni recreativos.
El objetivo es lograr que los pacientes puedan desempeñarse adecuadamente y desarrollar una vida normal. •