Vínculos: madres e hijas, juntas a la par
En los últimos años, el aumento de la expectativa de vida provocó grandes cambios en esta relación tan especial. Dos expertas nos cuentan por qué, lejos de la histeria y la competencia, madres e hijas tienen el don de construir universos alegres y liberad
Elsa y Adriana todos los viernes van juntas a la feria. Caminan de la mano, despacio, y recorren los puestos de frutas y verduras. Llegan temprano para poder elegir los mejores productos y evitar las colas interminables del mediodía. Los sábados, los nietos las van a visitar y ellas tienen la costumbre de preparar tartas, pickles y lasañas. Las dos tienen el pelo corto y rubio, intercambian la ropa y comparten la pasión por la cocina y el cine. De lejos parecen hermanas; de cerca, la diferencia de edad se nota un poco más, pero no demasiado. Los vecinos piensan que son amigas o primas. Pero, en realidad, Elsa y Adriana son madre e hija.
En la última década, la esperanza de vida creció un promedio de cinco años según la Organización Mundial de la Salud. En nuestro país, la expectativa de vida de los hombres es de 72,2 y de las mujeres, de 79,9, una de las más altas del continente americano. Esto provoca que las diferencias generacionales
se acorten: madres e hijas comparten gustos, estilos, costumbres e intereses. En muchos casos, las dos son abuelas, están jubiladas y tienen roles similares.
“Mamá tiene 84 y yo 65, vivimos juntas desde hace cuatro años”, cuenta Adriana. “Cuando falleció mi padre, mamá empezó con algunos problemas en la cadera y necesitaba ayuda en la casa. Soy divorciada, mis hijos ya son grandes y tienen sus propias familias, yo estaba alquilando un departamento y viviendo sola, no tenía mucho sentido, así que decidí mudarme a su casa. Somos muy compañeras, la vejez nos unió más que nunca”, dice entre risas.
Freud aseguraba que el vínculo más complejo que existe entre las personas es el de madre e hija. El universo femenino, según el padre del psicoanálisis, se caracteriza por tejer redes de culpa, competencia voraz, histeria, amor y odio. Sin embargo, esto no siempre es así y, aunque el discurso patriarcal se esfuerce por naturalizar la rivalidad entre mujeres, existen muchísimos casos en los que la relación entre madres e hijas –y nietas y abuelas–es una forma de construir, de encontrar la fuerza para salir adelante en tiempos difíciles y de expandir la alegría en los buenos momentos. Lejos de asfixiar, libera; y en vez de competir, las mujeres comparten experiencias, angustias y deseos.
“Cuando fui madre, entendí muchas cosas de mi mamá que antes me enojaban y me distanciaban. Nunca tuvimos un buen vínculo, pero durante mi primer embarazo ella me acompañó, me contuvo y, de a poco, pudimos acercarnos y volver a tirar las cartas”, dice Claudia, de 57 años. “Hoy las dos somos abuelas. Yo de Bauti, un bebé precioso que acaba de cumplir un año, del que ella es bisabuela; y mi madre, de mis tres hijos varones. La verdad es que ahora la siento más como una amiga, compartimos tardes