Pegar el volantazo
Veintiún años de trayectoria, once álbumes, diez premios Gardel, un estadio repleto en 2014 –toda una epopeya para un folclorista–, vende discos como nadie, Abel fue mutando y pasando por el folclore, el pop, las baladas y el folk. “Hacer música, cualquiera que sea, me cautiva. Yo no creo en las etiquetas”, siente Abel. A los 32 años tomó una decisión valiente para este nuevo material: salirse de su zona de confort, depositar su confianza en manos ajenas y en otros productores con los que no tuviera ningún tipo de vínculo afectivo, solo un trato profesional: “Necesitaba un cambio por propia voluntad y no como consecuencia de sentirme perdido o acorralado. Este álbum necesitaba mucho de mí, estar metido a pleno, por eso fue la primera vez en veinte años de carrera que estuve seis meses sin tocar. Sentía abstinencia de escenario”. ¿Qué conclusiones sacás de esa distancia del escenario? Yo creo que me enriquece como artista, ya que me permite tener una mayor objetividad sobre mi trabajo. Me permite pensar más, ser más crítico. En cambio, cuando hacés veinte shows por mes durante siete, ocho años, llega un momento en que la música y uno están muy ensimismados, se produce una relación tan simbiótica que te impide saber qué estás haciendo. Mantener una distancia resulta fundamental, por eso haber parado seis meses entre abril y octubre, más allá de lo doloroso que me resultó, me pareció algo sano. No me gusta poner piloto automático. ¿Te asusta o te incomoda lo desconocido? No, en absoluto. Siento que camino sobre terreno firme, lo tomo como una nueva experiencia. Pensá que para mí es un proceso natural, ya que tengo muy ligada mi vida a las emociones dentro de la música, porque utilizo la música como un idioma y como una herramienta que me permite expresar los sentimientos que no me salen de otra manera. Una virtud por un lado y una carencia por otro… Es cierto. Por suerte puedo canalizar mi necesidad de expresarme a través de la música, que por momentos me resulta una catarsis. Y lo puedo hacer con tranquilidad y sin presiones, porque no pienso en nada más allá de lo que quiero hablar y transmitir. ¿Podés dejar de lado la faceta marketinera y comercial? Es que nunca la tuve. Para escribir y componer música no pienso