Rumbos

Preparando la Navidad

- POR CRISTINA BAJO

Siempre me esmero en hacer algo distinto para las fiestas de fin de año. Esta vez, en un libro de los que suele traerme desde Londres mi amigo Jorge, encontré un adorno de Navidad que me dio algunas ideas.

Este arbolito artesanal es muy especial, fácil de hacer y puede ser colgado en la pared como un cuadro natural; o armado, si lo preferimos, en una bonita maceta de cerámica.

Se necesita para ello tres ramas de mimbre o varillas de madera (dos largas del mismo tamaño y una corta), que serán la base del triángulo: sobre un diario, en la mesa de la cocina, podemos pegarlo y seguir el proceso cuando se haya unido firmemente.

El segundo paso es forrarlo por ambos lados con alambre tejido, el que parece una colmena. Este alambre debe formar una bolsa que rellenarem­os con virutas, musgo sintético o, si vamos a las sierras, con “flores del aire”. Se rellena apretadame­nte, para que pueda sostener las ramas que usaremos.

Podemos usar las de coníferas –las llamadas “áureas” suelen tener un lindo color dorado en las puntas–, que insertarem­os en el relleno, selecciona­ndo las más grandes para la base y así ir subiendo hasta terminar en la punta con las más pequeñas. Si no contamos con estos árboles, el laurel de cocina –el de jardín es venenoso– puede servirnos.

De adorno, usaremos cerezas, guindas, limoncitos sutiles, tomatitos cherries o lo que se nos ocurra. Los pinchamos en palitos de madera largos, de los que se utilizan para la fondue y los insertamos en los redondeles del alambre, entre el relleno y las hojas. Esto suplirá a los globitos tradiciona­les.

Finalmente, le agregamos un tronco: podemos usar la corteza de algún árbol, como el sauce, u otras que encontrare­mos en las plazas, en algún parque o en el campo.

Si decidimos colgarlo de la pared –podemos retirar un cuadro, que repondremo­s una vez pasadas las fiestas-, el tronco tendrá que ir bien pegado a la base del triángulo o al alambre tejido.

También podemos armarlo en una linda maceta, o en una vieja fuente de plata, tipo sopera, donde enterrarem­os parte del tronco entre piedras y arena. Siempre tendrá que estar sostenido sobre la pared o en un clavo, para que no se tuerza.

Los arreglos frutales, para mesas de Navidad, son muy comunes en los países nórdicos, aunque los latinos preferimos las flores. Podemos elegir a gusto, pues ambos son encantador­es.

Pero mientras regaba mi jardín pensando en esta nota, me encontré con una enredadera, la pasionaria –que me atrae desde niña, con esa flor misteriosa y extraña que representa el martirio de Cristo–; harta de que le pasen con la podadora por encima, ha trepado sobre una bignonia y está llena de flores y con algunos frutos, fuertement­e anaranjado­s, colgando de sus zarcillos.

Y se me ha ocurrido que trataré de trasplanta­r de raíz la passiflora a una maceta alta, con tierra. Puedo formar un trípode con varillas de madera, con ramas de sauce o mimbre, entrecruza­das con alambre muy fino para que pueda enredar sus tallos formando un arbolito distinto a cuantos podamos imaginar. Y que, en la Natividad del Niño Dios, nos recuerde el destino de Jesús.

Sugerencia­s: 1) Para adornar la mesa: preparar, en macetitas, plantas de pimientito­s, tomillo y romero. 2) O cuencos de vidrio con cerezas o ramitos de arándanos. 3) Tengo en el patio una zarzamora rastrera, con hojas llamativas; su fruto es semejante a la mora, pero grande y más oscuro. He pensado preparar con sus guías, en un bol de cristal chato, con agua y caracoles, un bonito centro de mesa. •

Como centro de mesa, pondré las llamativas hojas y frutos de la zarzamora del patio, en un bol de cristal con caracoles y agua.

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