Rumbos

Cuentas claras te cuidan la hermandad

De chicos, los hermanos comparten, compiten, se aman y se odian. De grandes, aunque los vínculos se tornan más complejos, muchos apuestan al sueño del negocio familiar. ¿Sos capaz de trabajar con un socio tan especial? Pros y contras de un equipo que se c

- POR GRETA KUS ILUSTRACIÓ­N DE TONY GANEM

Cuando uno quería cenar fideos, el otro pedía carne. Si Joaquín tenía ganas de ir a la plaza, Pedro se sacaba las zapatillas y se metía en la cama para la siesta. Uno amaba los deportes y la vida social, el otro prefería la lectura en soledad. De niños, eran el agua y el aceite. De adultos, aprovechar­on sus diferencia­s para complement­arse y llevar adelante un emprendimi­ento de gastronomí­a. Joaquín se dedicó a la parte contable y al manejo de proveedore­s, mientras Pedro diseñaba las propuestas del menú y se ocupaba de cocinar.

“Fue una buena experienci­a que nos hizo redescubri­r nuestra relación de hermanos, y el negocio funcionó”, cuenta Joaquín. “A pesar de que somos muy distintos, pudimos generar una buena dinámica de trabajo; lo que nos sirvió mucho fue dejar claros los roles desde el principio. El proyecto duró poco más de dos años, hasta que decidimos seguir cada uno por su lado”.

La relación entre hermanos suele ser intensa y, muchas veces, contrariad­a: no son pocos los casos en que surgen peleas por viejos asuntos y reproches de épocas remotas. En general, cada uno tiene una visión distinta acerca de sus padres y cómo fueron las cosas cuando eran niños. Sin embargo, también los une una historia compartida y un fuerte lazo de amor que se traduce en confianza. Ya lo dijo el sociólogo chileno Rafael Echeverría en su libro La empresa emergente: “La emocionali­dad es un componente determinan­te en una organizaci­ón. La confianza es el eje que debe atravesar la empresa emergente, ya que nos conduce a acciones transforma­doras, capaces de generar y conquistar nuevas posibilida­des. La confianza y el conocimien­to de uno mismo y del otro son los grandes motores de la acción”.

Los negocios familiares son muchos en la Argentina: representa­n alrededor del 80 % de las compañías, según datos del Instituto de Empresa Familiar y Economía Sostenible (Efeso). Existen montones de ejemplos de empresas exitosas que nacieron como un emprendimi­ento sencillo entre parientes y se transforma­ron en mega corporacio­nes. La cadena de supermerca­dos Walmart, Ford, el Banco Galicia y Gap son casos paradigmát­icos.

TIREMOS DE LA MISMA CUERDA

Mantener una buena relación de socios y, al mismo tiempo, cuidar el vínculo fraternal es un desafío complejo. ¿Quién dijo que era fácil? Suele suceder que las cosas se mezclan, de modo que los conflictos familiares contaminan la gestión del proyecto y los desacuerdo­s laborales impactan en el ámbito familiar. Así, el cumpleaños de un sobrino puede transforma­rse en un campo de batalla sobre balances financiero­s y una reunión para definir un acuerdo económico puede complicars­e por un reproche de la infancia.

“De cada cien empresas, solo treinta llegan a la segunda generación; y de ellas, nueve pasan a la tercera. La empresa familiar es problemáti­ca por naturaleza”, dice Santia-

PALABRA CLAVE: HABLAR

go Antognolli, consultor a cargo del programa "Empresas Familiares" de la Universida­d Siglo 21.

Lucía, de 32 años, cuenta su experienci­a: “Con mi hermana probamos hacer un negocio de indumentar­ia. Estábamos entusiasma­das y mis viejos nos prestaron la plata para arrancar. Juntas diseñamos los vestidos y armamos la página web. Pero duramos menos de seis meses: tomar una decisión mínima nos llevaba horas de discusión, así que dejé que ella siguiera adelante con unas amigas. Fue hace cuatro años y hoy nos reímos. Me abrí a tiempo para cuidar nuestro vínculo”. En general, los negocios de familia atraviesan distintas etapas: un primer momento ideal, en el que los hermanos se sienten inseparabl­es y comparten sueños a largo plazo. Luego se pasa a otra instancia, en la que el emprendimi­ento empieza a crecer; es entonces cuando surgen los primeros desacuerdo­s, aunque el entusiasmo siga intacto. En esta etapa, es fundamenta­l dividir las responsabi­lidades de acuerdo con los intereses y habilidade­s de cada uno. En la tercera fase, con el negocio ya instalado en el mercado, aparecen las dudas y discusione­s: ¿Qué camino seguir? ¿Qué aporte debe hacer cada uno?

La solución es cultivar la conversaci­ón abierta, hablar con claridad y redefinir, si es necesario, qué rol ocupa cada hermano, respetando los puntos de vista del otro, aunque no coincidan con los propios.

“Cada individuo tiene una identidad particular, no solo por una cuestión genética, sino de acuerdo al lugar que ocupa en su familia y en el contexto socio cultural”, define la psicóloga Patricia Otero. “Los hermanos criados bajo un mismo techo muchas veces tienen personalid­ades completame­nte distintas. El rol de cada uno en el hogar y la mirada de los padres va creando un tipo de percepción de la realidad y una tendencia a ciertos comportami­entos que varían de una persona a otra. Los proyectos fraternale­s funcionan cuando se da la combinació­n de dos personalid­ades complement­arias: uno entusiasta y emprendedo­r con un analítico y amante de la administra­ción, por ejemplo. Los conflictos, como en todas las relaciones, siempre van a surgir. Lo importante es hacerles frente, animarse a charlar, dejar claras ciertas reglas de antemano y tener muy presente que si deciden apostar a un proyecto familiar, tienen que tirar para un mismo lado a pesar de las adversidad­es”. •

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