Rumbos

ATRAPADO EN LA ANTÁRTIDA

El clima es amo y señor en el Continente Blanco. Una visita de pocos días se convierte en una estadía forzada de casi un mes para un periodista viajero. Pero del infortunio elabora un libro que narra la impactante belleza de las tierras heladas, de la gen

- Por Guido Piotrkowsk­i

En la Antártida, las decisiones no las toma la gente, sino el clima. Federico Bianchini, periodista, viajó hacia allá en febrero de 2014 para escribir una serie de notas. La idea era quedarse por diez días, pero como el factor climático es amo y señor al sur del sur, el hombre quedó varado por 25 días. Tiempo suficiente para que aquella crónica inicial se transforma­ra en un texto mucho más largo, un diario de viaje matizado con una investigac­ión sobre el trabajo que allí hacen los científico­s, un relato en primera persona sobre las luces y sombras de este lugar inhóspito, sobre la gente que llega a pasar una temporada en el hielo y los animales que pasan su vida en esas tierras. 25 días resumidos en un libro: Antártida, 25 días en el hielo (Tusquets). La Antártida condensa el sueño de todo viajero, y la prosa de Bianchini atrapa al lector de principio a fin en una larga crónica sobre esta tierra inmaculada, hostil, dolorosame­nte bella, que se lee de un tirón. Se pregunta sobre aquellos científico­s que pasan meses contando ojos de krill o estudiando el vómito de los pingüinos, para quienes un ave antártica es algo más cercano que la propia familia.

“El lunes 17 de febrero de 2014, cerca de las ocho y media de la mañana, el biólogo Emiliano Depino se despertó sin recordar lo que había soñado. Quizás por aquello de que los paisajes de la Antártida son tan intensos que allá los sueños sienten pudor de revelarse. A través de la ventana, vio el gris casi quieto de la caleta, el piso blanco: parecía no haber viento. No iba a ser uno de esos días en los que la naturaleza manda y el hombre obedece unívoco. Salió de su habitación en el llamado Alojamient­o Nuevo, una especie de container con cuartos a cada lado del pasillo y, antes de ir al baño, golpeó dos veces la puerta de la habitación donde dormía la bióloga Maricel Graña Grilli sin obtener respuesta...”, escribe al inicio de la historia de Depino.

Sin salida

El viaje, en principio, iba a ser por diez días, pero una vez allá le dijeron que solo se podría quedar tres. A Bianchini, tres jornadas no le

>>>> alcanzaban, le pareció poco tiempo. “Les dije que no me servía. Bueno, es eso o dos meses, me respondier­on”, recuerda y se ríe ahora, durante la entrevista con Rumbos.

El chiste, a la larga, se acercaría bastante a la realidad. Fue casi un mes de largas, gélidas y extenuante­s jornadas en la Base Antártica Carlini, la misma donde, un año antes, había tocado la banda de rock Metallica. Una base científica con laboratori­o y la única estación argentina donde se practica buceo.

“La primera vez que se canceló fue buenísimo. La segunda vez también, porque me daba tiempo para conocer a la gente e identifica­r personajes que me podían servir para la nota. Pero ya, a la tercera, pensé: ‘¿En algún momento nos iremos?’”. La demora, sin embargo, jugó a su favor. A los veinte días, dice, ya era uno más de la campaña. Ya no era el periodista para el que todos se preparaban formalment­e a la hora de hacer una nota. Así, las entrevista­s se trasladaro­n al terreno de lo cotidiano, a las charlas de comedor. Ya no era el cronista que quería saber sobre la Antártida, sino el tipo que viajó por diez días y no podía volver. Un día le decían que prepare el bolso para la mañana siguiente, pero cuando se despertaba, veía todo cubierto de nieve y sabía que no saldría. A las 8 de la mañana podían decirle que se irían y a las 9, que ya no. Y así sucesivame­nte durante largos 25 días.

“Hay una diferencia abismal entre lo que ellos llaman días lindos y lo que uno acá diría qué día horrible. Por ahí es un día lindo, hace 5 grados bajo cero y podés salir a caminar. No hay viento, ni tormenta de nieve. Y después están los días feos, que a nivel visual y estético son bastante agradables, pero no podés salir a trabajar porque te agarra el viento y te vuela. Uno de esos días salimos con un biólogo y no podíamos caminar más de 15 m, las ráfagas llegan a 300 km por hora. Es un grado de ferocidad de la naturaleza al que uno no está acostumbra­do, que casi no puede concebir”.

Y en ese sentido, el tiempo jugó a su favor. “Me sirvió para retratar a los personajes, que ya no se sentían inhibidos por un grabador. Ya habían entrado en confianza, ya me habían integrado al grupo. A nivel periodísti­co, me benefició; a nivel psíquico, no (risas). La incertidum­bre te frustra mucho. Si a vos te dicen: no nos vamos a poder ir, nos vamos en quince días, bueno, está bien, no queda otra. Pero depende con quién hables. Porque si te dicen que no vas a poder volver y estás hace dos semanas, pero tenés al lado un tipo que está hace catorce meses, y él tampoco va a poder volver, tu no poder volver queda minimizado. Moralmente, no podés quejarte”.

Aislados y no tanto

“No sé si era una obsesión o un sueño, pero sí tenía muchas ganas de ir. Lo hablaba con mi abuelo cuando era muy chico. Pero cuando volví, me di cuenta de que en realidad no tenía tantas ganas de escribir de la Antártida, sino de conocerla. Escribir era una excusa para viajar”, reconoce el cronista.

Bianchini dirá que en un principio no tenía muy claro lo que quería hacer. Que la idea era redactar unas notas. Y que hasta fantaseó con hacer un cómic sobre el trabajo de los científico­s. Pero el bonus track del factor clima le dio tiempo suficiente para entrevista­r mucha más gente de la que esperaba, para acompañar a los investigad­ores en su trabajo de campo, para caminar en el hielo hasta no poder más. Para subir a ver un glaciar y tomar mate cocido en medio de una nevada copiosa, tapando con la mano la nieve que caía encima del vasito. Para recorrer las inmediacio­nes de la base y más allá.

Bianchini estaba entusiasma­do, quería subirse a todas. Iba a ver pingüinos, skuas y elefantes marinos. A estudiar líquenes endémicos y grabar el sonido de aves. A ver cómo se sumergía un grupo de buzos temerarios dentro de un océano de aguas heladas, mucho más de lo que jamás haya podido imaginar, sentir, tocar. Solo le faltó conocer alguna otra estación antártica. “Me quede con ganas de conocer otras bases, pero no había chance porque el transporte es difícil y hay poco lugares en los botes”.

Caminó, y mucho, sobre todo durante las varias incursione­s al refugio Elefante, la guarida donde los científico­s van a trabajar cuando el clima es benévolo, donde se escapan en busca de soledad, lejos de la centena de personas que deambulan en la base. Porque, aunque suene a paradoja, en la Antártida se puede estar en contacto permanente con más gente que en la ciudad. Internet, por supuesto, cambió el sentido del aislamient­o, también, un encierro quizás más benévolo. Los más veteranos se quejan de que antes, sin la red, las relaciones en la base eran diferentes. Ahora, dicen, cada quien está en su mundo, con su telefonito. La conexión, asegura el cronista, es muy buena. Son ochenta personas conectadas permanente­mente. “Estás aislado en un sentido conceptual y físico, pero mientras se está en la base, uno no está totalmente consciente de que está aislado”.

Bianchini tomaba notas todo el tiempo, exhaustiva­mente. Dice que, incluso, escribía cosas absurdas, que no sabía si utilizaría. Y reflexiona sobre lo difícil que es describir un paisaje como este sin recurrir al lugar común, sin repetir palabras como, por ejemplo, mágico. Sobre todo, en un rincón donde todo sorprende, más aún si es la primera vez que uno pisa el hielo antártico. “...A la derecha, el océano glacial antártico salpicado por ásperos bloques de hielo blanco que de lejos brillan suaves y turquesas. Sobre la costa, algunos pingüinos se sumergen fugaces. Otros de pie, quietos, esperan quién sabe qué cosa inminente o tal vez solo se detienen a intuir (los animales no piensan), a percibir abstractos el paso de lo que llamamos tiempo...”, escribe y describe sobre aquel escenario alucinante, inalcanzab­le.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina