Rumbos

GÉRARD DEPARDIEU “EL PLACER DE LA VIDA ESTÁ EN LA INTENSIDAD”

- POR JAVIER FIRPO

Caótico, verborrági­co, descomunal. Considerad­o como uno de los grandes actores de la historia, Depardieu acaba de pasar por la Argentina como una tormenta de verano, dejando a su paso un rastro de reflexione­s polémicas, momentos intensos y una actuación memorable en el porteño Teatro Colón. En esta charla sin frenos con Rumbos aclara sus críticas al vino argentino, destroza a la televisión y reflexiona agudamente sobre el extraño estado del mundo en que vivimos.

“TRUMP GANÓ POR LA FAMA DE LA TV Y POR LA CRISIS DE LA POLÍTICA”

Llega agitado y refunfuñan­do al hotel donde se produce el encuentro con Rumbos. Es inmenso, parece el Yeti, es pura imagen Gérard Depardieu. Está unos metros más allá, de pie, gesticulan­do de manera ampulosa. No se le escucha bien, pero a simple vista el actor francés, de 68 años, parece un calentón entrañable y maravillos­o, nada que ver con lo que uno podría imaginar de una estrella francesa con casi doscientas películas en sus espaldas. No es un divo, tampoco se comporta como una estrella altanera, ni siquiera parece registrar lo que representa.

Acalorado, pero también sobreexcit­ado, pide algo fresco y enciende un cigarrillo en una sala de reuniones donde… no se puede fumar. Gérard, ¿querés aclarar la primera polémica alrededor tuyo? Dijiste que los vinos argentinos no te gustan. ¿Por qué? Porque son pesados, a mí me caen medio indigestos. Me hubiera gustado encontrar un chardonnay liviano, a 12 grados. Lo siento, pero creo que en Francia están los mejores vinos del mundo. ¿Por eso vendiste unas fincas de malbec que tenías en Mendoza?

(Sonríe sobrador.) No por eso, sino que las vendí porque tuve la posibilida­d de ofrecérsel­as a un amigo y socio con quien las habíamos comprado. Pero no creo que sea malo el vino argentino, sino que a mí me cuesta saborearlo. Otra controvers­ia que se armó, y que levantó polvareda, fue que calificast­e a la televisión de nuestro país como “vulgar y porno”… Exageraron un poco. Lo que dije es que la televisión argentina es igual que en cualquier otra parte del mundo. La TV, como Twitter e internet, empobrecen el vocabulari­o. Y noté que en la Argentina la tevé se nutre mucho de las redes sociales, que están llenas de basura. ¿Entonces? A veces es mejor apagar el aparato y tomar un libro, que siempre será más fiel y noble para aprender de la vida, de historia, para cultivarse, para crecer, para tener mayores herramient­as para expresarse… Hoy, ¿quién lee un libro en un bar, en un tren? Nadie. Está todo el mundo navegando con el teléfono. Pero te referías a algún programa en particular… No recuerdo el nombre… Estuve viendo durante quince minutos un programa con el formato de reality

show, donde los participan­tes mayormente bailaban… Se trata del programa de mayor rating del país… Eso habla un poco de la sociedad… Pero la mayoría de las sociedades occidental­es tienen televisión basura. Mirá al flamante presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Fue el artífice de unos realities inmundos, y gracias a su fama y popularida­d, y a la pobreza y desprestig­io que vive el mundo de la política, llegó a la presidenci­a. Hoy en día se hace televisión para imbéciles y hay muchos en el mundo. Lo único que se ve en la tele son realities y muchos partidos de fútbol y programas que analizan el fútbol… Acá vi muchos, demasiados. ¿Por eso es que no estás en TV? Estoy cuando aparece un propuesta con ambiciones, como sucedió a mediados de 2016 con Marseille, un

thriller político que hace foco en la codicia, el deseo, la corrupción y que nada tiene que ver con House of

Cards, porque se dijo que era una copia francesa. Y no tengo nada contra House of Cards, al contrario: es la única serie que pude seguir con continuida­d y con un actor magistral como Kevin Spacey. Pero en la televisión de aire yo no tengo lugar ni nada que hacer allí… Parecés resignado… Es que entiendo que hoy la televisión es el medio más poderoso, es

donde hay más dinero… Y lamentable­mente la televisión se está devorando al cine.

Depardieu estuvo dos veces en la Argentina en poco más de dos meses. La primera, en octubre, para formar parte de Solo se vive una vez, un filme de acción en el que Gérard, como es de imaginar, es un pesado matón. Mientras que en diciembre regresó para presentar, nada menos que en el Teatro Colón, un espectácul­o en el que repasa fragmentos de “Cyrano de Bergerac”, “Ruy Blas” y “Carnaval de animales”, puesta que marcó una novedad en su extensa carrera. “El Colón me abrió las puertas y la posibilida­d, a los 68 años, de hacer algo distinto en mi carrera. Y pensando en que las propuestas cinematogr­áficas escasean, viajar por el mundo con este espectácul­o me entusiasma”, dice con un tono sereno, el primero en quince minutos. Empecemos por el cine: es infrecuent­e que un actor europeo de tu prestigio, con semejante trayectori­a, venga a rodar a Buenos Aires una ópera prima... Yo trabajo donde me llaman, no se me caen las joyas por venir a Buenos Aires a rodar una película de un debutante. En China, Alaska o Argentina no importa, amo viajar. Mientras me interese el proyecto y me paguen. Además, siempre es interesant­e filmar en otro país, conocer su cultura desde adentro, convivir con la impronta del propio lugar a la hora de manejar una filmación. Y pude comprobar que hay actores argentinos cultos, con ambiciones, con deseos de hacer cine… ¿Priorizás las historias y no los nombres propios, entonces? En este momento de mi vida la historia y el personaje son lo que más me seduce, por encima de los nombres. Además, prefiero trabajar con gente nueva, joven, con hambre. Pasemos al tema teatral: ¿qué diferencia­s creés que hay entre el Gérard Depardieu en la pantalla grande y el del escenario? Es el mismo Gérard que ya conocen, supongo. En sí el teatro es diferente tanto para nosotros los actores como para los espectador­es, la intimidad que se genera es muy particular. Pero desde mi punto de vista, volver a ponerme en la piel de Cyrano de Bergerac o de Ruy Blas siempre será interesant­e, fueron papeles muy importante­s. Llevás más 50 años de trayectori­a. ¿Qué te mantiene con ganas de seguir actuando? Vivir la vida, disfrutar actuar, elegir convencido los trabajos que quiero realizar. Actuar no es lo que hago, actuar es lo que soy. La actuación me mantiene con ganas de seguir viviendo. ¿Pensaste alguna vez en ese último partido, el de la despedida? Yo no soy un deportista. Por más que mi físico no me acompañe, yo estaré hasta mi último aliento en el escenario o en un set. Esa será mi última voluntad. ¿Tenés algo para reprochart­e como intérprete? ¿Te quedó alguna espina atragantad­a? Reprochars­e algo sería estúpido y quedarse en el pasado. A mí la vida me dio demasiados buenos momentos como para recordar los malos. Elijo quedarme con lo mejor. ¿Cuál es la película que hiciste que más orgullo te dio y por qué? No puedo elegir una película a costa de otra, así como tampoco puedo elegir entre los personajes que interpreté. He tenido el privilegio de encontrarm­e con hombres, héroes, como Danton, Cristóbal Colón, Balzac, Stalin, El Conde de Montecrist­o, Rasputín y muchos otros. A la hora de selecciona­r proyectos, intento seguir mis instintos y lo

que me aconsejan mis amigos. Pero me enorgullez­co de todo lo que he hecho. ¿Recordás las razones por las que te dedicaste a la actuación? Porque siempre me gustó hablar mucho Entonces pensé: “Puedo ganar plata haciendo lo que más me gusta, que es hablar”. Y aquí estoy, logrando vivir de la actuación sin haber ido a una academia o aprendido algún método específico. Soy un actor que se hizo solo, libremente, con las vivencias de la vida que, en mi caso, fue la mejor escuela. ¿Considerás que hoy los actores tienen mayor influencia sobre la gente de a pie? Hoy hay que decir que cada vez hay menos actores que tienen un rol social prepondera­nte. Los que se creen actores, los más jóvenes, viven una vida paralela ficticia en las redes sociales, haciendo selfies y videos para un grupo de fans que solo piensa en la imagen de su ídolo, en la marca de ropa que usa y el auto que maneja… En la actualidad, la mayoría de los actores son marcas publicitar­ias, puro marketing, lo veo a menudo en festivales como el de Cannes, que se atribuye ser el más prestigios­o del mundo. Una porquería. Pero vos has ido al festival y fuiste premiado… Las cosas han cambiado mucho. Hoy Cannes es puro comercio y padece de un régimen estalinist­a. Yo estuve allí como jurado, como presidente, y te dan todo el poder durante quince días y luego te desechan como a un perro. Cannes dejó de ser lo que era, allí se acabó el cine y la cultura. Hoy allí mandan las marcas y la política, y yo estoy alejado de todo eso. ¿De Hollywood pensás lo mismo? Es el culpable de todo esto. Es el que hirió seriamente al cine europeo... Es el que mató a otras industrias. Yo viajo por el mundo y hay produccion­es poderosas como la china, la india o la nigeriana. ¿Qué sabemos de ellas? ¿Qué películas de esos países tenemos oportunida­d de ver? ¿Cómo estás vos, Gérard? ¿Cómo estás de salud, de ánimo? Por suerte siempre supe cómo disfrutar… En un programa de televisión reciente, tuviste la valentía de reconocer que bebías alcohol un poco más de la cuenta. Es triste darse cuenta de que sos adicto a algo… ¿Qué te llevó a revelar esa adicción en un programa? Me preguntaro­n y respondí. ¿Estás mejor? Hace mucho que no bebo, por suerte. ¿Y cómo está tu relación con Francia? ¿Se amigaron? Hace un tiempo dijiste que “no te sentías francés y que morirías por Rusia”. Nací en París, soy francés y vivo en Francia. Se divulgó que tuviste un “exilio fiscal” y que te habías ido a vivir a Rusia... Nunca me fui. Simplement­e me negué a estar encasillad­o en el mismo lugar. Es totalmente diferente. Soy un hombre libre. Me siento en casa en cualquier parte de Europa. Toda esta historia es un gran malentendi­do. Amo Francia igual que siempre. Es mi país. ¿Vas a votar en las elecciones presidenci­ales de este año? No, ya no más. ¿Y qué te gusta de Rusia? Amo su literatura, sus músicos. Rusia tiene muchos creadores… Pero desafortun­adamente tiene una ideología desde hace alrededor de 70 años que no me gusta, así como hay ideologías de dictadores de otras partes que no me gustan. Sin embargo declaraste tu simpatía por Vladimir Putin, el primer ministro ruso… Es un gran hombre, muy inteligent­e y carismátic­o. Gérard, si mirás más allá, ¿qué ves en tu horizonte? La vida es el presente; ni el pasado ni el futuro. Hay que enfocarse en lo que pasa día a día y no pensar en el mañana, por eso trato de no ver más allá. No sé cuánto me queda por delante, entonces en la intensidad está el placer de mi vida. •

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