El ocio: padre de todos los genios
Digamos la verdad: no hacer nada (o desearlo intensamente) no está muy bien visto. Sin embargo, los científicos aseguran que las grandes ideas solo nacen de ese tiempo de relax y contemplación en el que nuestro cerebro se predispone para disfrutar y fanta
Sir Isaac Newton descansaba bajo un árbol cuando una manzana cayó a su lado. Este hecho tan simple y natural, dice la leyenda, llevó al físico británico a formular la ley de gravitación universal. Lo que nunca supo es que esta circunstancia fortuita se convertiría también en el ejemplo clásico usado para enaltecer el ocio, entendido como el costado más fecundo de la contemplación, esa actividad –o cese de la actividad– tan censurada a lo largo de siglos.
“El ocio es el padre de todos los vicios”, decían nuestros abuelos, en cuyo vocabulario no existían palabras como hobby o conceptos como ocio creativo. Hasta hace no mucho, cualquier ocupación que no generara dinero o ayudara a llevar el pan a la mesa era considerada una pérdida de tiempo. Incluso hoy, muchas personas se sienten culpables cuando dedican sus horas a algún quehacer improductivo o fuera de agenda. Pues bien, a sacarse esa idea de la cabeza: salir de la rutina para dedicarse a retozar y divertirse o cultivar sin pruritos el dolce far niente hace bien a la salud.
“Nuestro cerebro está muy activo cuando se ocupa de múltiples tareas intelectuales, pero también realiza un tipo de actividad cuando no hacemos nada. Mientras disfrutamos de un momento de ocio, el cerebro no se encuentra pasivo ni se desconecta, sino que funciona de otra forma. Como sucede durante el sueño, estar relajados nos permite fijar la información que recibimos durante el día”, explica el doctor Ricardo Allegri, jefe de Neurología Cognitiva, Neuropsiquiatría y Neuropsicología del Centro de Memoria y Envejecimiento de FLENI.
Esta línea de actividad del órgano que regula todas nuestras acciones y reacciones permite, entre otras cosas, que la faz creativa salga a la luz. “La creatividad se genera en todo momento, pero el ocio proporciona un momento mental de mayor posibilidad de conexiones. Es lo que se llama ‘la red neuronal por defecto’, que funciona en los períodos en los que aparentemente no estamos haciendo nada. Las ideas originales no aparecen de golpe; surgen porque el cerebro generó un estado de ordenamiento de interconexiones”.
Por el contrario, cuando la tensión de la vida cotidiana no nos permite bajar la guardia, el cerebro se encuentra sobreexigido y no logra ordenar adecuadamente todas sus funciones.
PORQUE SÍ
Más que hacer o no hacer, lo sustancial del ocio es que se trata de un estado de bienestar, un espacio en el que predomina el disfrute y que no persigue fines utilitarios: se realiza una actividad simplemente porque resulta placentera. La Asociación Internacional del Ocio y el Recreo (WLRA, tal su sigla en inglés) lo define como “un área específica de la experiencia humana, con sus beneficios propios, entre ellos la libertad de elección, creatividad, satisfacción, disfrute, placer y una mayor felicidad. Comprende formas de expresión cuyos elemen-
tos son de naturaleza física, intelectual, social, artística o espiritual”.
En el tiempo de ocio rige el libre albedrío, prima la propia elección y, si existe un fin último, es el de tener sensaciones gratificantes. A esto se lo denomina autotelismo.
“Se trata del momento en el que se piensa o se hace algo para uno mismo y no para la supervivencia. El ocio es meterse para adentro, es un descanso de la percepción que permite evitar la contracción muscular de la atención vigilante, algo que nada más ni nada menos habilita a percibir la vida”, reflexiona el psicólogo social Alfredo Moffatt.
Es entonces una forma de vivenciar la libertad, de dejar volar la imaginación y encarar actividades artísticas, lúdicas, deportivas, contemplativas o las que fueren por el mero deseo de hacerlas.
La libre decisión es la base del disfrute y conlleva una serie de beneficios en distintos aspectos. A nivel psicológico, mejora la autoestima y el dominio de habilidades y destrezas, permite descubrir vocaciones y facilita el manejo del estrés. Además, el placer que brinda contribuye a mejorar o recuperar la salud y fortalece la integración social cuando se trata de actividades grupales, creativas o recreativas.
GUSTITO A LIBERTAD
Contemplar un cuadro o un paisaje, bailar en una fiesta, jugar con una pelota, charlar con amigos, hacer excursiones al aire libre o leer un libro son todas actividades que se practican con un fin recreativo. Cada una de ellas comprende distintas situaciones que a su vez desarrollan diferentes capacidades. Celebrar, por ejemplo, favorece el carácter comunitario, implica alegría, distención y entretenimiento, y su disfrute va más allá del acontecimiento en sí, ya que tanto los preparativos previos como los recuerdos posteriores traen regocijo. Practicar un deporte incrementa las capacidades motoras y desarrolla el trabajo en equipo, mientras que la actividad artística posee una naturaleza más reflexiva que produce un sentimiento gratificante de autorrealización.
Cuando se genera un espacio para no pensar en la competencia, la obligación o el lucro, la ambición descansa y se abre un abanico de posibilidades... como lucecitas que esperaban la ocasión para prenderse. Platón sostenía que en el ocio estaba el origen del pensamiento y la felicidad perfecta. Es en esos momentos cuando la mente se ordena, las tensiones se relajan y aparecen las mejores ideas que estaban allí, agazapadas. Tal como le sucedió a Newton. •