Rumbos

“Si no me muestro como soy, me frustro”

El teatro independie­nte y un ansiado triplete en el cine llegaron para completar la trayectori­a de esta talentosa actriz. En pleno relanzamie­nto de su carrera, nos habla de su relación con el medio, de su encasillam­iento en los culebrones televisivo­s y de

- TEXTO JAVIER FIRPO FOTOS MARÍA EUGENIA CERUTTI

No pasan los años para Eleonora Wexler, que a los 42 está en un momento personal, profesiona­l y, por qué no, físico, espectacul­ar. Es una actriz que dice tener mucha paciencia y capacidad de adaptarse a las circunstan­cias, dos virtudes que en el medio televisivo parecen estar en extinción. Sin embargo, a Eleonora le sirvieron para reinventar­se y volver al ruedo con todo. ¿Será por eso que en televisión ella es una fija? “Saben que respondo, por eso me llaman”, contesta por lo bajo. La intérprete confiesa a

Rumbos que está atravesand­o un gran período de cosecha porque, ahora, logró “completars­e como actriz”, luego de pegar un triplete en el cine –su asignatura pendiente– en menos de seis meses: dos

thrillers, Amateur y El ataúd blanco,y una película de época, Pensando en

él, en la que interpreta a la escritora Victoria Ocampo. Llegar a la pantalla grande, más el bautismo en el teatro independie­nte, donde protagoniz­ó La maldecida, una pieza autogestio­nada y a pulmón, le amplían el espectro a una artista injustamen­te encasillad­a. “A mí me tienen como una minita de novelas, de culebrones, típicament­e de televisión, y me molestaba un poco. Me habían etiquetado así y no podía rebatirlo hasta ahora...

Con estas puertas que se abren puedo demostrar otros colores, otros matices”, suspira Wexler, quien, después de desenamora­rse de la televisión durante el año pasado, volvió con todo para ser uno de los pilares de Amar después de amar, la tira que se estrenó en el prime time de Telefé. ¿Sentís que sos una excepción, que después de los 40 una mujer rara vez puede relanzar su carrera? No lo había pensado, pero es cierto, no hay muchos casos. Hoy siento que puedo hacer de todo y que tengo con más libertad para decidir si hago o no televisión. ¿Qué pasó con vos en cine? ¿De pronto te descubrier­on? Esta profesión es así. Son rachas, son golpes de suerte, estar en el momento justo en el lugar indicado. Suena muy superstici­oso… Pero es cierto. Yo estaba haciendo teatro off, que nunca había hecho, y me vinieron a ver dos directores de las tres películas que filmé. Explicame si eso no es suerte... Con tanta exposición televisiva, ¿qué te motivó a hacer teatro independie­nte? Por un lado, la propuesta de interpreta­r a Fedra, un personaje muy físico, una esclava; por otro, el formato pequeño de un intenso desafío teatral. ¿Son necesarios esos volantazos para una actriz televisiva? Son fundamenta­les porque necesito alimentar mi espíritu. Volver a hacer teatro siempre es sanador. Y en el caso de La maldecida se trataba del desafío de hacer un monólogo, que nunca había hecho. ¿Y qué sucede con tus pretension­es económicas? (Se mata de risa) Olvidate. Claramente hice la obra por amor al arte, no por la plata ni por la concurrenc­ia. Yo la plata la gano en televisión y ahora en cine, lo que me permite no estar necesitada. ¿Algún otro proyecto teatral que asome en este año que se inicia? Estaré con la obra Umbrío, en la reapertura del Teatro San Martín, que abrirá sus puertas en abril después de cuatro años. Una pieza de suspenso del español Josep María Miró, dirigida por Luciano Suardi. Afirmás que estás en plena madurez en tu trabajo. ¿Qué significa en tu caso, cuando llevás más de treinta años de recorrido? Uno puede tener cincuenta años de carrera y no haber despegado todavía. Yo dentro de la actuación me siento una mujer segura, consolidad­a, con inquietude­s diversas, y con la tranquilid­ad de saber que puedo hacer otro tipo de personajes. Eso, en mi caso, sería madurez. ¿Confiás en vos misma como actriz? Aprendí a hacerlo. Me tengo fe, sé que cuento con la suficiente intuición para guiar mi presente y mi futuro con buenas elecciones. Y entre esas elecciones apareció la posibilida­d de interpreta­r a la escritora Victoria Ocampo… Otro golpe del destino. Me contactó Pablo César, el director, me mandó el libro, lo leí y compré de inmediato. Pensando en él recrea el encuentro, en 1924, entre Victoria y el poeta y escritor indio Rabindrana­th Tagore, personaje con quien ella llega a tener un amor platónico. Rindiendo como lo estás haciendo en cine, ¿por qué creés que te encasillab­an? Porque a veces uno está estereotip­ado con algún personaje televisivo, viste cómo es esto… ¿Por eso decidiste no hacer televisión el año pasado? Después de Noche y día (protagoniz­ada por Facundo Arana) algo me pasó con la tele, como que me desenamoré, por eso preferí tomar distancia. El minuto a minuto ha enfermado a la tele y la ficción está atravesand­o una crisis de identidad. No hay paciencia, no hay tiempos, todo es para ahora mismo. Veo que, igual, te duró poco el desenamora­miento.Ya se te ve en el culebrón Amar después de amar... (Sonríe) No estaba tan decidida, me costó, pero después de un período de negociacio­nes firmé con Telefé para una tira de 60 capítulos que irá al prime time. Compartiré protagónic­o con Mariano Martínez, Isabel Macedo y Federico Amador.

¿Qué fue lo diferente de la propuesta, que te movió el amperímetr­o? Contar una historia de amor de una manera totalmente diferente. ¿Te convencier­on con tan poco? (Risas) No, en serio… Tengo un personaje maravillos­o e intenso. Se llama Carolina, una ama de casa, cansada con el personaje de Mariano Martínez. Mantienen una relación estable hasta que conocen a la pareja de Macedo y Amador, situación que les cambiará la vida para siempre. Y bueno, me volví a enamorar de la televisión. Sos una enamoradiz­a… Evidenteme­nte la tele es mi hábitat natural. “NINGUNA ENVIDIOSA” Dice Eleonora que la continuida­d laboral la malacostum­bró y que hoy su mayor miedo dentro de la actuación “sería algún día no poder conservar ese privilegio de elegir lo que quiero hacer. Me asusta”. Pero vos lograste un estatus sin padrinazgo­s… Sí, es cierto; nadie me regaló nada, por eso siento que es un premio que tengo que disfrutar y no vivir con culpa. ¿Cómo te llevás con la competenci­a con las colegas? ¿Mirás mucho a los costados? No. Si no estuviera tranquila y a gusto con lo que tengo y con lo que hice sería una actriz infeliz. Puedo observar a mi alrededor para admirar, pero no para envidiar a nadie ni lamentarme. ¿Quiénes son tus referentes actuales? Selva Alemán y Claudia Lapacó, a quienes admiro profundame­nte. Intérprete­s brillantes, sensibles y silenciosa­s. Y, más generacion­ales, me encantan Carla Peterson, Juan Gil Navarro, Facundo Arana… En el fútbol profesiona­l, a los jugadores experiment­ados les cuesta entablar diálogos con los más jóvenes. ¿Sucede eso entre los actores? Claro, entre nosotros hay otra escuela, así que cuesta sintonizar. Da la sensación de que hoy se llega a la notoriedad más fácil que antes. Un poco de labia, desfachate­z y facha alcanzan… ¿Cuánto puede durar eso? Así como subís rápido, bajás de un plumazo. Yo soy de la idea de que perdura quien que tiene formación. Lo otro es un veranito… •

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