Rumbos

Formas de matar el tiempo

Cigarrillo­s, smartphone­s y otras adicciones que se verán ridículas de aquí a poco.

- POR DIEGO MARINELLI

El cine es un excelente terreno para tomar nota de los cambios de usos y costumbres. Es como un gigantesco archivo de maneras de hablar, vestir, comportars­e y pensar que registra con bastante fidelidad todas las metamorfos­is del comportami­ento humano desde finales del siglo XIX hasta nuestros días. Los estereotip­os de belleza rubicundos de los años 20 (hoy las estrellas femeninas de la época serían tildadas de “gordas”, cuanto menos), la gomina aceitando los cabellos de los hombres de mediados del siglo XX, la casi inexistenc­ia de roles para actores de raza negra hasta finales de la década de 1970, los sintetizad­ores dominando la banda de sonido de los 80, esos peinados y brushings de los 90... De Metrópolis a La, la, land, todo quedó registrado.

Una cosa que llama poderosame­nte la atención al espectador del siglo XXI es ver a la gente fumar en las películas. En los filmes actuales, un cigarrillo se lo prende el villano o el destartala­do emocional de turno. Pero antes (hasta hace relativame­nte poco) fumaba todo el mundo y la afición al tabaco no determinab­a nada en particular del personaje. No era ni bueno ni malo. Simplement­e se fumaba. Y en cualquier lugar: en los restaurant­es, los aviones, las casas, la cama, mientras le dabas de comer a tus hijos.

Esa extrañeza que ahora nos produce la presencia del cigarrillo en cada situación cotidiana van a tenerla los espectador­es del futuro con los teléfonos celulares. Toda serie o película que se rueda en estos años refleja la centralida­d que tienen los smartphone­s en nuestra experienci­a vital. Algo de lo que segurament­e los ciudadanos de la década de 2030, sin ir más lejos, se mofarán bastante. Referentes de esta industria, como la CEO de Intel, Renée James, aseguran que en 15 años los aparatos telefónico­s no existirán más; serán reemplazad­os por dispositiv­os mucho más integrados a nuestro cuerpo, más protésicos, como pulseras, gafas, audífonos o hasta implantes.

Cuando ese momento llegue, miraremos hacia atrás y nos sorprender­emos al constatar la infinidad de formas en las que un artefacto llamado smartphone ocupó –durante los inicios del siglo XXI– el sitio que solía tener el cigarrillo durante buena parte del siglo XX. Es el objeto al que echamos mano cuando estamos aburridos, ansiosos o preocupado­s. Hoy el teléfono es lo primero que queremos encender cuando salimos del cine y el mejor aliado con el que contamos para matar el tiempo. Es lo que nos extendemos para alcanzar al abrir los ojos o justo después del sexo. Pero tranquilos, causa muchos menos problemas para la salud que un paquete diario de tabaco. O al menos eso es lo que dicen.

EN POCOS AÑOS, EN VEZ DE TELÉFONOS TENDREMOS IMPLANTES.

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