Con ojos de infancia
De los cinco sentidos, la vista es el que más información nos brinda. Solemos identificarnos por completo con nuestra experiencia visual y creer que el mundo es tal como lo vemos. De hecho, muchas personas que padecen un problema visual no saben que ven mal hasta que, después de corregir el inconveniente, comprenden cuánto las afectaba. De ahí la importancia del control oftalmológico (una vez al año es lo ideal), que tiene sus particularidades en cada etapa de la vida.
Una vez descartadas las patologías hereditarias, se tiene en cuenta un ciclo que va desde la etapa de plasticidad ocular (cuando el ojo aprende a ver, en los primeros seis años) hasta las instancias de la vida en que se van perdiendo naturalmente ciertas funciones del ojo, como ocurre con cualquier otro tejido.
Al nacer, el desarrollo visual se va modificando al ritmo del crecimiento y la maduración. El examen de retina o fondo de ojo a los recién nacidos permite detectar cualquier obstáculo que impida la formación de imágenes nítidas en el ojo, ya sea por culpa de cataratas congénitas, persistencia de vítreo primario u otras patologías menos frecuentes. Entre estas últimas está el glaucoma, que aparece en 1 de cada 10 mil personas; pero una vez detectado requiere intervención inmediata.
En los niños prematuros, la ley establece el control oftalmológico, ya que pueden sufrir una alteración en el desarrollo de la vascularización normal de la retina, que si no es identificada y tratada a tiempo, puede llevar a la ceguera.
Entre los seis meses y el año de edad, se pueden evaluar la fijación, movimiento y seguimiento de la mirada y detectar precozmente un posible estrabismo. En esos casos, o aun en los de anisometropías o altos errores refractivos, puede suceder que la corteza visual del cerebro solo procese la imagen del ojo que ve mejor, mientras que el otro evoluciona hacia el cuadro conocido como “ojo vago” o ambliopía, que puede ser evitado si se detecta a tiempo.
A los tres años, generalmente, el niño ya posee lenguaje y puede colaborar diciendo lo que ve, sumando una herramienta más a la pesquisa. Es la etapa ideal para implementar el examen oftalmológico anual porque estamos aún dentro del período de plasticidad ocular, en el que será más fácil intervenir exitosamente ante cualquier inconveniente.
A los seis años, cuando los niños comienzan la primaria, la posibilidad de detectar afecciones graves va cediendo paso al diagnóstico de patologías refractivas: miopía, astigmatismo e hipermetropía. Hoy en día, casi todas las escuelas piden el examen oftalmológico como requisito para el ingreso; no obstante, si existe algún inconveniente, es mejor detectarlo antes: muchos chicos necesitan anteojos desde el jardín de infantes.