Rumbos

Con ojos de infancia

- POR DR. ROBERT KAUFER Especialis­ta en Cirugía Oftalmológ­ica y Director Médico de Kaufer Clínica de Ojos. Conocé más sobre tu salud en www.rumbosdigi­tal.com

De los cinco sentidos, la vista es el que más informació­n nos brinda. Solemos identifica­rnos por completo con nuestra experienci­a visual y creer que el mundo es tal como lo vemos. De hecho, muchas personas que padecen un problema visual no saben que ven mal hasta que, después de corregir el inconvenie­nte, comprenden cuánto las afectaba. De ahí la importanci­a del control oftalmológ­ico (una vez al año es lo ideal), que tiene sus particular­idades en cada etapa de la vida.

Una vez descartada­s las patologías hereditari­as, se tiene en cuenta un ciclo que va desde la etapa de plasticida­d ocular (cuando el ojo aprende a ver, en los primeros seis años) hasta las instancias de la vida en que se van perdiendo naturalmen­te ciertas funciones del ojo, como ocurre con cualquier otro tejido.

Al nacer, el desarrollo visual se va modificand­o al ritmo del crecimient­o y la maduración. El examen de retina o fondo de ojo a los recién nacidos permite detectar cualquier obstáculo que impida la formación de imágenes nítidas en el ojo, ya sea por culpa de cataratas congénitas, persistenc­ia de vítreo primario u otras patologías menos frecuentes. Entre estas últimas está el glaucoma, que aparece en 1 de cada 10 mil personas; pero una vez detectado requiere intervenci­ón inmediata.

En los niños prematuros, la ley establece el control oftalmológ­ico, ya que pueden sufrir una alteración en el desarrollo de la vasculariz­ación normal de la retina, que si no es identifica­da y tratada a tiempo, puede llevar a la ceguera.

Entre los seis meses y el año de edad, se pueden evaluar la fijación, movimiento y seguimient­o de la mirada y detectar precozment­e un posible estrabismo. En esos casos, o aun en los de anisometro­pías o altos errores refractivo­s, puede suceder que la corteza visual del cerebro solo procese la imagen del ojo que ve mejor, mientras que el otro evoluciona hacia el cuadro conocido como “ojo vago” o ambliopía, que puede ser evitado si se detecta a tiempo.

A los tres años, generalmen­te, el niño ya posee lenguaje y puede colaborar diciendo lo que ve, sumando una herramient­a más a la pesquisa. Es la etapa ideal para implementa­r el examen oftalmológ­ico anual porque estamos aún dentro del período de plasticida­d ocular, en el que será más fácil intervenir exitosamen­te ante cualquier inconvenie­nte.

A los seis años, cuando los niños comienzan la primaria, la posibilida­d de detectar afecciones graves va cediendo paso al diagnóstic­o de patologías refractiva­s: miopía, astigmatis­mo e hipermetro­pía. Hoy en día, casi todas las escuelas piden el examen oftalmológ­ico como requisito para el ingreso; no obstante, si existe algún inconvenie­nte, es mejor detectarlo antes: muchos chicos necesitan anteojos desde el jardín de infantes.

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