El nido del Basilisco
En el Bestiario de Santa Hildegarda (1098-1179) figuran algunos animales -presuntamente imaginariosque de vez en cuando nos sobresaltan con la noticia de haber sido avistados en algún lugar remoto.
No me refiero al chupacabras de México y la América Central, sino a otro mucho más antiguo: el basilisco de la Biblia, el de las pesadillas de mi infancia, con el que me asustaba alguna niñera.
Este ser temible, nombrado en los mejores bestiarios desde la Antigüedad hasta el Renacimiento, llegó a nuestras tierras en la memoria de los marineros que descubrieron América. Pero, como escribe Francisco Luis Bernárdez, “esquivando a los escépticos zoólogos del siglo XIX, halló refugio no en la fría razón de los sabios naturalistas, sino en la cálida fe de las gentes indoctas; que son, a fin de cuentas, las que siempre tienen razón".
Esa razón de la sinrazón es lo que más me cautivó del párrafo: los imaginativos queremos creer en cosas improbables, en hadas, ánimas y animales misteriosos, por más peligroso que sea encontrarse con ellos.
El basilisco es, a la vez, serpiente y pájaro. Se cree que nace de un huevo de gallina vieja que es capturado por una víbora -en otras regiones, por un escuerzo- que lo aparta para empollarlo. Aunque pequeño, su aspecto es terrorífico: tiene cuerpo de serpiente, pero alas espinosas, dos pares de patas de gallo y una cola en espolón. Sobre la cabeza, como el pavo real, pero sin su belleza, luce una corona.
Se consideraba a este engendro peligrosísimo: ¿qué no podría hacernos, si su aliento secaba todo alrededor de él y podía desintegrar piedras mientras incendiaba hierbas y plantas? Pero eso es apenas una muestra de su poder; el verdadero peligro estaba en sus ojos, que convertían en piedra a hombres y
Este ser es, a la vez, serpiente y pájaro. Dicen que lo mejor es tener en casa espejos, pues morirá ante el reflejo de su mirada.
animales. Según la leyenda europea, solamente dos animales podían vencerlo: el gallo, con su ríspido canto, y la comadreja con sus afilados dientes.
Hay en la Biblia un texto inquietante -en el libro de Jeremías, donde Jehová amenaza creo que a los caldeos- con enviarles basiliscos, “que, solo con el temor de su vista, morirán. Y contra ellos no valdrán encantamientos”.
Pero hay diferencias entre los basiliscos de tiempos y sociedades tan remotas, con los que conocemos por estas tierras. El nuestro tiene un solo ojo, nace de gallina vieja, en cuanto puede moverse se esconde y desde la oscuridad hace daño. Como se le atribuye a su mirada el poder de la Gorgona, lo mejor es tener espejos en todas las habitaciones de la casa, y a veces más de uno en cada cuarto, pues de esa manera, al mirarse imprevistamente, morirá de su propia mirada.
Una vez que ha hecho nido en una casa -le basta un resquicio entre baldosas, un hueco en la pared, una abertura en los cimientos, un rincón en el techo-, saldrá de noche y beberá la sangre o los humores de sus habitantes, produciéndoles tos, tuberculosis o anemia. Solo podemos acabar con él situándonos de espaldas al lugar donde se guarece, con un espejo de mano mirando a la entrada de su escondite. Al salir, descuidado, se verá en el azogue y, como Medusa, morirá de inmediato.
Pero, al decir de Emily Dickinson, no debemos temer al mal que llega de afuera, sino al que anida en nuestro corazón. En este caso, podríamos llamarlo “mal de ojo”, aquel que enciende la envidia o el resentimiento.
Sugerencias: 1) Investigar nuestras supersticiones; dicen mucho de nosotros como pueblo; 2) Propongo escribir un cuento con este tema, que atraería a Stephen King; 3) Buscar la historia de Medusa. •