Rumbos

Parejas: hasta que el aburrimien­to nos separe

Cambia, todo cambia. Muchos grandes amores ya no se cocinan al calor del matrimonio y el hogar tradiciona­l, ni eligen la vida de a dos... sino de a tres. ¿Se viene el fin de la monogamia?

- POR LEILA SUCARI ILUSTRACIÓ­N DE TONY GANEM

hace 50 años, lo más común era casarse “hasta que la muerte nos separe”, tener hijos y envejecer junto al compañero de toda la vida. El hombre se ocupaba del sustento económico y la mujer de las tareas domésticas. El modelo de familia estaba así planteado y casi nadie se atrevía a probar algo distinto.

“A los 19 años conocí a mi esposo, al año siguiente nos casamos y empezaron a llegar los hijos”, cuenta Nancy, de 77 años. “Estuvimos 40 años juntos hasta que enviudé. Lo quise mucho y estoy orgullosa de la familia que construimo­s, pero nunca pude hacer nada para mí. Recién ahora siento un poco de espacio. A mis nietas les digo que aprovechen, que vivan la vida y no se casen. Antes era impensado, pero ahora hay más posibilida­des”.

En las generacion­es pasadas, romper con lo estipulado era entrar en las tinieblas de lo marginal: las mujeres solteras o sin hijos eran tildadas de locas, prostituta­s o histéricas, y a los hombres sin anillo se los miraba con desconfian­za. Nadie hablaba del tema, pero se sabía que detrás de la típica foto de familia feliz, se escondían engaños, rencores, situacione­s de violencia, angustias y deseos reprimidos. La serie

ambientada en los años 60, lo muestra a la perfección: los hombres tienen amantes y viven sosteniend­o sus mentiras con alcohol y exceso de trabajo, mientras las mujeres son presas de la vida doméstica y deben aprender a soportar la infelicida­d con discreción.

Pero el mundo cambió. Las mujeres se incorporar­on al mercado laboral y muchas decidieron postergar la maternidad o no ser madres. El rol del hombre dentro del hogar y con los hijos, aunque con resistenci­as, también se transformó. Y, con todo, las relaciones de pareja comenzaron a modificars­e, al tiempo que los pactos se toparon con el esHasta pejo y con cuestionam­ientos profundos: ¿Es necesario el casamiento? ¿Por qué tengo que estar atada a una persona para toda la vida? ¿Es posible tener una relación abierta aún estando casados? ¿Y si estamos juntos, pero vivimos en casas separadas? Las bases de la monogamia, la convivenci­a, el matrimonio, la fidelidad y la crianza de los hijos trastabill­an. Vivimos una época donde las relaciones están en plena metamorfos­is y redefinici­ón.

“Cada vez hay más parejas que piensan que el casamiento es algo obsoleto. Tienen relaciones menos rígidas y sienten que el amor no dura para toda la vida”, dice la psicóloga Patricia Otero, especialis­ta en pareja. “Transitan las relaciones con más tranquilid­ad y libertad, preservand­o los espacios individual­es. Muchas veces eligen vivir en distintas casas o tener cada uno su habitación. Pero también están los que se casan y apuestan a lo tradiciona­l para rebelarse frente a la tendencia de las relaciones abiertas”, describe.

Antes, hablar de vínculos extramatri­moniales era un tabú ligado al engaño, la vergüenza y la humillació­n. En la actualidad, la idea de que el deseo debe estar siempre dirigido al cónyuge se está diluyendo.

Cada vez son más las parejas que cuestionan la monogamia como forma de vida a largo plazo y que apuestan al amor que no incluye la propiedad del cuerpo ajeno.

“Hace doce años que estamos juntos”, dice Mariana, de 31. “Al principio los dos creíamos que la fidelidad era algo sagrado, pero el tiempo pasa... Hace tres años que tenemos una relación abierta y, desde que tomamos la decisión, estamos mejor entre nosotros. Fue algo muy hablado, no lo vivimos como un engaño. Nos elegimos todos los días, somos compañeros y planeamos tener hijos. Los celos se trabajan, lo importante es dejar bien claras las pautas, aprender a respetarse y saber que las relaciones están en continuo cambio”.

¿ESTAMOS DE ACUERDO?

Para las nuevas generacion­es, la familia tipo que representa­ban sus padres y abuelos no es un modelo a seguir. “Toda pareja implica un acuerdo que se va puliendo y haciendo explícito a medida que el compromiso avanza”, dice la psicóloga Adriana Martínez. “Existe toda clase de acuerdos, lo que importa es que en ningún momento sea una concesión al capricho del otro. Si el pacto consiste en que se admi- te el sexo por fuera de la pareja sin que esto implique amor, en principio, no hay problema. Lo mismo si se acuerda incluir terceros (o cuartos o quintos). El riesgo, si lo hay, reside en otro punto: en que la propuesta de apertura se ligue más a lo

fashion que a los sentimient­os; es decir, cuando la apertura es para legitimar una necesidad de escaparle al compromiso”.

En cuanto a la convivenci­a, el nuevo Código Civil de la Nación reconoce los derechos de las parejas que comparten techo y proyectos sin estar casadas, y brinda instrument­os legales y protección en caso de rupturas. De esta manera, la ley contempla y ampara los nuevos modelos de pareja.

En el amor y en el deseo no existen reglas universale­s ni recetas mágicas. Se trata de prueba y error, de animarse, arriesgar y ser sincero. “Hay que saber escucharse y no tener miedo de probar distintos modelos dentro de la pareja”, dice Martínez. “Mientras más precisa sea la letra chica del contrato, menor margen hay para el malentendi­do. Todo se va puliendo con el tiempo y la experienci­a -aclara la psicóloga-. El límite es el mismo que en cualquier vínculo: evaluar qué puede hacerle daño al otro y evitarlo. El respeto es fundamenta­l. Después, cada pareja es un mundo”. •

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