A la luz de un fósforo
El mundo interior de una joven, un saxofonista decadente y un pintor retratan la vida cubana en uno de sus trances más difíciles.
Aún en la más inestable telaraña política y social por la que pueda transitar una sociedad, aún frente a esos huecos de historia que se comen la esperanza sin poesía alguna, alguien siempre anhela encontrar motivos para vivir. Un instante de plenitud, unos acordes, algo que valga la pena la sonrisa. Sobre estas búsquedas que parecen hilos finísimos caminan Kirenia, Ricardo y Harris, los tres protagonistas de Sentada en su
verde limón, la última novela del cubano Marcial Gala publicada en la Argentina. Con la Cuba del “período especial” de los años 90 como escenario (cuando la isla se hallaba en un momento acuciante frente al duro bloqueo comercial norteamericano y ya sin el amparo de la Unión Soviética), la novela se escapa, no obstante, a la experiencia colectiva para hacer foco en el mundo interior de los personajes, y en sus motivaciones y sueños truncos. Los 18 años de Kirenia y su deseo de ser poeta frente a una juventud que se le ofrece apremiante; ylaviolenciaymelancolíade Harris, un saxofonista alcohóli- co que supo ser una gloria del jazz y ahora se gana el whisky tocando para turistas en el emblemático bar El Palatino; se articulan con dejos de comprensión y tristeza en el relato de Ricardo, amigo de ambos, buscavidas, un poco confesor, un poco desahuciado como ellos y deseoso de que no se apague esa chispa que da sentido a todo.