No es otra diva millennial
Con su primer álbum, la cantante neozelandesa Lorde resignificó el pop de su generación y recibió elogios hasta de David Bowie. Ahora lanza Melodrama, un explosivo disco de estudio.
En el año 2013, el disco Pure Heroine ubicaba una nueva estrella en el selecto firmamento de la música pop. Pero Lorde, una adolescente neozelandesa de por aquel entonces solo 17 años, no cargaba con las características habituales de celebridades como Taylor Swift, Carly Rae Jepsen o Katy Perry: ella, de ojo sagaz y voz tan potente como adhesiva, exponía la contracara de esa juventud deseosa de notoriedad y brillo, a través de un modo mucho más aplacado y oscuro. Rápidamente su música –a mitad de camino entre el pop, el hip-hop, la música electrónica y el R&B– la transformó en una figura audaz, capaz de describir con ojo crítico qué tan vertiginoso y ridículo podía resultar el mundo cuando uno está en lo más alto de los charts mundiales; cuando artistas como Jack White o Bruce Springsteen versionan en vivo algunas de tus canciones, o cuando hasta el mismísimo David Bowie dice escuchar en vos a la música del mañana.
Melodrama, su segundo disco recién editado, muestra el universo de Lorde después de convertirse en Lorde. A punto de cumplir la mayoría de edad, la cantante suena algo menos introspectiva pero igual de intensa, osada y reflexiva, trazando un contrapunto balanceado entre lo clásico y lo moderno, yendo desde opuestos como “Green light” –una canción dance con destino de pista de baile– hasta “Liability”, una balada austera a bordo de un piano solitario. “Este disco puede sonar feliz y triste al mismo tiempo, quería que fuera movilizador”, explica la cantante. “Las situaciones que planteo ahora tienen mucho más que ver con la mecánica de las relaciones personales, de cómo la gente se comunica entre sí y cómo hacer que esas cosas funcionen”. •