Yací y Araí (Leyenda guaraní)
Hace siglos,cuando aúnno habían llegado aestastierras los españoles, vivía en el firmamento una joven muy pálida que sólosalía de noche. Durante el día dormía profundamente yrecién despertaba cuando seescondía el sol, pero en cuanto se anunciaba unnuevo día, debía regresar a su casa.
Desde arriba, flotando entre las estrellas, perseguía las luciérnagas, observaba concuriosidad la selva todavía sin nombre, aspiraba el aroma de las floresyoía al río Paraná fluyendo entre las sombras.
Le gustaban los pájaros, pero sólo podía vero perseguir alos nocturnos,pues los que tenían el canto más dulce dormían mientras ella semovía, como sonámbula, en la noche. Sólotenía una amiga -Araí, la nube-, que solía contarle sobreaquellas cosastan bellas quenunca podría ver.
-Debes consolarte -le aconsejaba-, pues tú Yací (la Luna) eres la reina de la noche. Yo soy sólouna pequeña diosa.
Una vez queestaba quejándose de queno podía saber qué hacían sus hijos,los hombres, de día, Araí la convenció de que cambiaran de forma yse mezclaran conlos guaraníes.
-Para queno nos reconozcan, tomaremos la forma de los humanos y ellos no losabrán -dijo la Nube-.
Ycon unas palabras mágicas hizo que ambasse convirtieran en dos hermosas jóvenes, una morena y la otramuy blanca. Y así, como muchachas andariegas, bajaban del cieloyse divertían recogiendo flores, escuchando el canto de los pájaros, dejándose ver por los hombres, que solían perseguirlas entrelos enormes árbolessin poder alcanzarlas.
Pero mientrasse divertían en estos juegos,nose dieroncuenta de que un enorme yaguareté iba siguiéndolastan silenciosamente que ni siquieralooían respirar. Sin embargo, alguien seguía, a su vez, al yaguareté: era el hechicero de la tribu, que sospechando queaquellas
Sobresaltadas, las diosas volaron al cielo y comprendieron, mirando desde allí, que el hechicero les había salvado la vida.
travesuras debían ser de seres sobrenaturales, comprendió que el felino,con su instinto de cazador, veía lo que él no podía distinguir. Mástarde o mástemprano, el animal las atacaría y él debía evitarlo, pues ellas pertenecían al reino de los dioses.Muy astutamente, el hechicero trepó al árbol más alto y vigiló a las jóvenes mientras hacían coronas de flores; cuando notó que el felino iba a saltar sobre ellas,preparó el arcoy disparó la flecha sobre la enorme cabeza, haciendo que el animal huyera en la espesura.
Sobresaltadas, las diosas volaron al cieloy mirando desde allí, comprendieron que el anciano les había salvado la vida. Esanoche, cuando él se retiróadormir, Yací y Araí se le aparecieron en sueños y le hicieron saber quiénes eran.
-Paí -dijo Yací-, te has portado comoun valiente al salvar nuestrasvidas,a sí quemuchote debemos…
-Y queremos recompensar tu buen corazón.
-Mañana -dijo la Luna- al levantarte, verás al lado de tu choza una planta que hemos creado para ti. Se llama caá, y puedes tomarla como una bebida que da mucha fuerzay además,ayuda a pensar.
-Cuando sus hojas están verdes, son venenosas; debes tostarlas.
-La bebida te quitará el cansancio, curará tu cuerpoyteayu daráa reflexionar.
-Esta planta sellará la amistad entrehombresy dioses hasta el fin de los tiempos…
Cuando el anciano despertó, pensó que había soñado, pero al salir de la choza vio el arbolito de la yerba mate. Desde entonces, el mate, en soledad o compartido, vivifica nuestro cuerpoy nos une en la amistad.
Sugerencias:1) Animémonos a experimentar agregándole diferentes hierbas; 2) El rito de prepararlo essedante, y el tiempo quenos lleva, descansa el ánimo. Regalémonos esa pausa. •