Rumbos

Yací y Araí (Leyenda guaraní)

- POR CRISTINA BAJO

Hace siglos,cuando aúnno habían llegado aestastier­ras los españoles, vivía en el firmamento una joven muy pálida que sólosalía de noche. Durante el día dormía profundame­nte yrecién despertaba cuando seescondía el sol, pero en cuanto se anunciaba unnuevo día, debía regresar a su casa.

Desde arriba, flotando entre las estrellas, perseguía las luciérnaga­s, observaba concuriosi­dad la selva todavía sin nombre, aspiraba el aroma de las floresyoía al río Paraná fluyendo entre las sombras.

Le gustaban los pájaros, pero sólo podía vero perseguir alos nocturnos,pues los que tenían el canto más dulce dormían mientras ella semovía, como sonámbula, en la noche. Sólotenía una amiga -Araí, la nube-, que solía contarle sobreaquel­las cosastan bellas quenunca podría ver.

-Debes consolarte -le aconsejaba-, pues tú Yací (la Luna) eres la reina de la noche. Yo soy sólouna pequeña diosa.

Una vez queestaba quejándose de queno podía saber qué hacían sus hijos,los hombres, de día, Araí la convenció de que cambiaran de forma yse mezclaran conlos guaraníes.

-Para queno nos reconozcan, tomaremos la forma de los humanos y ellos no losabrán -dijo la Nube-.

Ycon unas palabras mágicas hizo que ambasse convirtier­an en dos hermosas jóvenes, una morena y la otramuy blanca. Y así, como muchachas andariegas, bajaban del cieloyse divertían recogiendo flores, escuchando el canto de los pájaros, dejándose ver por los hombres, que solían perseguirl­as entrelos enormes árbolessin poder alcanzarla­s.

Pero mientrasse divertían en estos juegos,nose dieroncuen­ta de que un enorme yaguareté iba siguiéndol­astan silenciosa­mente que ni siquieralo­oían respirar. Sin embargo, alguien seguía, a su vez, al yaguareté: era el hechicero de la tribu, que sospechand­o queaquella­s

Sobresalta­das, las diosas volaron al cielo y comprendie­ron, mirando desde allí, que el hechicero les había salvado la vida.

travesuras debían ser de seres sobrenatur­ales, comprendió que el felino,con su instinto de cazador, veía lo que él no podía distinguir. Mástarde o mástempran­o, el animal las atacaría y él debía evitarlo, pues ellas pertenecía­n al reino de los dioses.Muy astutament­e, el hechicero trepó al árbol más alto y vigiló a las jóvenes mientras hacían coronas de flores; cuando notó que el felino iba a saltar sobre ellas,preparó el arcoy disparó la flecha sobre la enorme cabeza, haciendo que el animal huyera en la espesura.

Sobresalta­das, las diosas volaron al cieloy mirando desde allí, comprendie­ron que el anciano les había salvado la vida. Esanoche, cuando él se retiróador­mir, Yací y Araí se le apareciero­n en sueños y le hicieron saber quiénes eran.

-Paí -dijo Yací-, te has portado comoun valiente al salvar nuestrasvi­das,a sí quemuchote debemos…

-Y queremos recompensa­r tu buen corazón.

-Mañana -dijo la Luna- al levantarte, verás al lado de tu choza una planta que hemos creado para ti. Se llama caá, y puedes tomarla como una bebida que da mucha fuerzay además,ayuda a pensar.

-Cuando sus hojas están verdes, son venenosas; debes tostarlas.

-La bebida te quitará el cansancio, curará tu cuerpoytea­yu daráa reflexiona­r.

-Esta planta sellará la amistad entrehombr­esy dioses hasta el fin de los tiempos…

Cuando el anciano despertó, pensó que había soñado, pero al salir de la choza vio el arbolito de la yerba mate. Desde entonces, el mate, en soledad o compartido, vivifica nuestro cuerpoy nos une en la amistad.

Sugerencia­s:1) Animémonos a experiment­ar agregándol­e diferentes hierbas; 2) El rito de prepararlo essedante, y el tiempo quenos lleva, descansa el ánimo. Regalémono­s esa pausa. •

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