S.O.S vacaciones con niños
Mami, me aburro. Pá, quiero hacer pis. ¿¡Cuándo llegamos!? Viajar con los peques de la familia es -sin duda alguna- una experiencia hermosa y más agotadora que escalar el Aconcagua. En esta nota, varios tips para no sentirnos una piltrafa al regresar al dulce hogar.
Después de un largo año de levantarse temprano, llevara los chicos al colegio, trabajar y hacer de la vida un rompecabezas a contra reloj, llegan las ansiadas vacaciones. Cerrás los ojos y te imaginás mirando el mar, durmiendo la siesta o haciendo caminatas por los cerros. Soñás con suspender el tiempo y relajarte. Pero si viajás en familia, hacer realidad tus planes no resulta tan sencillo. Los niños reclaman atención, piden jugar una carrera de autitos mientras vos querés leer en la hamaca paraguaya y se despiertan a las siete de la mañana aunque sea un domingo de enero.
“Durante las vacaciones, la mayoría de las familias hacen una pausa o bajan el ritmo vertiginoso”, dice la licenciada Julieta Tojeiro, del Instituto Sincronía. “Para muchos padres es el momento ideal para disfrutar de los hijos, pero ¿cómo aprovechar estos días para conectarnos con ellos? ¿Es posible compartir y, al mismo tiempo, descansar?”.
Viajar con hijos es una gran experiencia para los pequeños pero también, si no se toman los recaudos necesarios, los quince días de paz pueden transformarse en una tarea agotadora. Porque -bien lo sabemosestar en un lugar diferente, no cumplir horarios estrictos y tener a los padres disponibles todo el día, funciona para los chicos como un estimulador natural. Es usual que se pongan más demandantes y quieran -sobre todo, los primeros días de vacaciones- dar infinitas vueltas en la pista de karting, comer más golosinas y trepar a todos los árboles que encuentren a su paso.
El desafío de los padres está en equilibrar sus pedidos con las propias necesidades. Para eso, una buena alternativa es programar actividades y no dejar todo librado al azar. También es importante evitar la llamada fobia al aburrimiento: no hace falta entretener a los niños todo el día. Como dice la investigadora Catherine L’Ecuyer, hay que dejar que inventen sus propios juegos, que descubran la naturaleza y el entorno por ellos mismos para que expandan su creatividad.
“Cuando los niños se aburren, es porque durante el resto del año están condicionados por un ritmo de vida extremo, un ambiente demasiado estructurado o niveles de estímulos muy altos. Además, las pantallas condicionan a nuestros hijos a ritmos veloces, entonces cuando se encuentran con el reposo, la vida cotidiana les parece aburrida, provocando hiperactividad y ansiedad”, aclara la experta.
L’Ecuyer plantea que es necesario desacelerar las rutinas y darle un espacio al aburrimiento en vez de taparlo con dibujos animados y actividades, ya que gracias a él nace el autodescubrimiento. “El buen aburrimiento es un motor. Tolstoi decía que aburrirse es 'desear, desear'; donde hay aburrimiento hay brotes de deseo y esperanza. Por eso, el aburrimiento puede ser el preámbulo del juego y la creatividad. Pero para que pueda darse, no debemos ceder ante la petición de la pantalla, que fomenta la pasividad y no deja lugar al asombro”.
EXPERTOS EN PONER LA MESA Estar de vacaciones no significa que se esfumen las reglas de convivencia y que cada uno haga lo que quiera. Para que todos puedan disfrutar, hay que repartir las tareas y organizarse. “La mayoría de los quehaceres poco saben de vacaciones. Este momento del año es una buena ocasión para redistribuir tareas domésticas”, dice Pablo Barraza, psicólogo del Hémera, Centro de estudios del estrés y la ansiedad.
“Asignarles cosas simples como tender su cama, poner la mesa o hacer la lista de compras fomenta la autonomía de los niños y forma parte de su desorrallo emocional y social. Por otro lado, si estamos planeando visitar algún punto turístico es importante escuchar las opiniones de los chicos y planificar en conjunto”.
Mimar no es lo opuesto a fomentar la colaboración. Si hacés el desayuno, preparás el bolso para la playa, barrés y elegís el menú de la cena, no estás haciéndoles un bien, sino recargándote de responsabilidades y perdiendo la oportunidad de que tus hijos se vuelvan más independientes. “Hay que prestar atención a aquellas tareas que estén dentro de las posibilidades de cada niño, según su edad. La idea es festejar sus logros y evitar que se frustren con tareas complicadas. De esta forma, también favorecemos su autoestima”, advierte Barraza.
UN PLAN POSIBLE
“La primera vez que me fui de vacaciones con mis dos hijos y mi marido, volvimos más estresados de lo que estábamos”, cuenta Violeta, odontóloga de 38 años. “Fuimos una semana a la playa, Martina era bebé y Joaquín tenía cinco años, y conciliar sus necesidades fue imposible. No podíamos estar en la playa mucho tiempo por la más chiquita, y el hermano tenía un nivel de energía desbordante, así que no había nada que les viniera bien a los dos”.
Si viajás con niños menores de seis meses conviene elegir un destino que resulte cómodo. La playa no se recomienda porque el sol y la arena resultan muy agresivos, todavía el bebé no puede usar protector solar y las altas temperaturas pueden provocarle un golpe de calor. Lo ideal en este caso es, por ejemplo, ir a una cabaña u hotel con pileta y dejar las vacaciones más aventureras para dentro de unos años. Cuando tus hijos están en edad escolar las opciones se multiplican: jugar a los exploradores, surfear las olas y hacer fogatas pueden ser grandes planes. Una posibilidad a tener en cuenta es viajar con amigos que tengan hijos de la misma edad. Cuantos más niños sean, menor va a ser el trabajo de los adultos y más divertidas las vacaciones para todos. •